Crónica de un lesbiandrama: Sexo y churros

Soy una muy buena consejera, la persona a la que recurren mis amigas o mis hermanos cuando algo les aflige o les confunde; sobre todo cuando este “algo” está relacionado con temas amorosos. Es por esto que no logro entender la incapacidad patológica y crónica que tengo de no poder aconsejarme a mí misma. O, lo que es peor, no ser capaz de seguir los acertados y racionales consejos que me doy, cuando consigo hacerlo.

Estoy incapacitada para manejar mis emociones y los caprichos que se gestan entre mis piernas. A pesar de llevar casi 32 años siendo responsable de mi vida sentimental, me siento como una becaria en su primer día de trabajo, confundida, ilusionada con proyectos e historias que probablemente a la larga no darán frutos, temerosa de equivocarme y de no conseguir lo que quiero.

tardeos de mirales 2025
Mi abuela (a quien quiero dedicar esta columna), que se maneja por el mundo en un permanente claroscuro de las luces y sombras que arrojan sobre su cabeza la demencia senil y la lucidez versada, me dijo esta mañana, cuando me vio en el sofá, entregada al abuso de azúcar y con la típica expresión de apatía que se te queda después de un lesbian drama: “Y tú, ¿qué? ¿Te parece normal venir a verme con esa cara de sufrimiento?”“No es sufrimiento, abuela”, le contesté muy digna, “sólo que estoy cansada de problemas, quiero una vida de tranquilidad, más fácil, sin sobresaltos”. Ella me soltó: “Esa se parece a la vida que tiene ahora tu abuelo. Lleva tres años sin sobresaltos, sí, sí, muy tranquilita su vida dentro del cajón. Seguro que daría todo para cambiártela. ¿Para qué quieres una vida sin problemas si cuando te mueras te pasarás el resto de tu vida sin tenerlos?”.

Desde que está demente, mi abuela está un poco más cuerda. Y yo, desde que estoy enamorada, un poco más estúpida. Desde mi columna del mes pasado hasta ahora las cosas han sido movidas y extremas. No hay medias tintas. Los momentos vividos podrían catalogarse de celestiales y endemoniados. Dentro de la primera categoría está la noche en que Ana y yo nos acostamos, una noche que reordenó mis rankings sexuales y la situó, sin lugar a dudas, como el mejor primer polvo de la historia. Han pasado tres semanas y aún me estremezco al recordarlo con letras. No hay palabras lo suficientemente intensas como para describir la suavidad de su cuerpo, y mi ignorancia no me permite dar con alguna expresión que pueda detallar exactamente todo lo que sentí al dormir junto a quien tanto y por tanto tiempo he deseado tener. Verla dormir, sentir su respiración en mi cuello.

No sé si fue el exceso de azúcar o la idiotez que se te queda después de un lesbian drama, pero tal cual se lo solté a mi abuela. Me miró con su mejor cara de despistada reflexión. “Así que eso es el cielo para ti. Para mí son los churros”, me dijo. “Pero abuela, es un cielo que trae un infierno en la otra cara, como las monedas. La lanzas al aire y según cae, tal como quiere el azar, te hace daño o te hace feliz”. Y entonces le conté que mi amiga Ángela sigue empeñada en retomar la relación con Ana. Que se han liado algunas veces, que lo han dejado y han vuelto otras más. Que se me parte el corazón cada vez que Ángela me pregunta qué hacer y yo le aconsejo que haga lo que cree que debe hacer, luchar por recuperar a Ana. Que en mi absurda historia de amor la que sobra soy yo. Que a veces me muero de ganas de llamar a mi amiga y contarle que estoy enamorada de su chica, que le he mentido y me he acostado con ella. Otras veces estoy tentadísima de llamar a Ana y trazar los caminos que me permitan besarla y tenerla otra vez. El resto del tiempo sólo quiero desistir, quedarme en el sofá atiborrándome de azúcar.

“Bueno, bueno, no te pongas dramática. Tienes que saber que si no hubiera un infierno no habría un cielo. A mí el médico me tiene prohibidos los churros, ya sabes. Pero yo pienso: Si te vas a morir igual, mejor que sea comiendo churros que garbanzos, ¿no?”.

Le di un besazo a mi abuela, pedazo de mujer. Y, poseída a partes iguales por mis ángeles y mis demonios, llamé a Ana.

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10 comentarios en “Crónica de un lesbiandrama: Sexo y churros”

  1. Quiero comentar todas tus entradas porque me emociono con tu lectura!!! Fascinante, que capacidad descriptiva y entrañable tienes de las cosas, de las situaciones, de los sentires… Beso Doctora Dietrich.

  2. Oh! los bollodramas!
    y lo prohibido, cómo nos pone eh?
    La verdad es que prefiero los churros, total, sólo te dan acidez una noche!
    …pero claro, sin sexo no se puede vivir!

    Esas situaciones dan mucho morbo,…aunque a veces duelen, y efectivamente te reordenan todos los rankings …amistosos! espero que aprendas lo que tengas que aprender de todo ello…¡suerte!

  3. Disculpa, pero hay que separar las cosas. Para ti QUIZÁS sea “amor”. Pero para ella, una simple calentura. La novia ES la novia. Y tú… alguien por ahí con quien acostarse nada más. Por lo que relatas, personalmente en mi opinión, lo veo así.-

  4. Necesito leer más!!! Quiero saber qué va a suceder con Ana!!! Más detalles mujer por Dios y yo te apoyo, siempre lo prohibido tiene mejor sabor

  5. Haz lo que te pida el cuerpo…poco mas se puede añadir, tu eres libre para hacerlo.
    Quizás no sea amor, pero creo que es mejor arrepentirse por hacer algo que por no haberlo hecho y haberte quedado con la duda de “Y si…” (Yo tengo unos cuantos Y si… en mi vida y me pesan mas que lo que si hice)
    En cuanto a l@s que piensan que eres una Zorra o Mala persona por meterte en otra relación, les diré que la que lo hace mal es la que esta dentro de una relación, porque es quien miente a su pareja y puede que a la otra persona. Tu eres libre de hacer igual que ella seria libre de rechazarte si no quisiera (o aun queriéndolo, si respetara a su pareja) nada contigo…

    Me gusta tu columna…

  6. Yo tampoco creo que Ana esté enamorada. Pero muy mal señorita Dietrich por entrometerse en una relación y lo que es peor, por engañar y faltarle al respeto a tu amiga.

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