La primera mujer de EE.UU. en el espacio era lesbiana, y lo supimos cuando murió. No te pierdas este documental

“Ah, por cierto, Sally Ride era gay”. Así, con esa frase sencilla pero cargada de historia, titulaba la New York Magazine su artículo en 2012 tras la muerte de la primera astronauta estadounidense. Ese “por cierto” fue un gesto calculado, discreto, y profundamente revelador. Porque solo en ese momento, en el anuncio de su fallecimiento, el mundo supo que la mujer que había hecho historia al pisar el espacio… también había amado a otra mujer.

Sally Ride fue una pionera. En 1983 se convirtió en la primera mujer de Estados Unidos en viajar al espacio a bordo del transbordador Challenger. Pero su verdadero despegue empezó mucho antes: cuando decidió presentarse al programa espacial de la NASA en 1978, justo en el momento en que por fin se abrían las puertas a mujeres y personas racializadas.

Ella no solo superó los rigurosos entrenamientos y exámenes. También sobrevivió a la prensa machista que preguntaba si llevaría maquillaje al espacio, si lloraba bajo presión o si 100 tampones serían suficientes para una semana. Sí, eso le preguntaron.

El nuevo documental de National Geographic, “Sally”, que se acaba de estrenar en Disney+, retrata con una mezcla de ternura, respeto y mucha verdad todo lo que Sally vivió. La presión de ser la primera. La necesidad de no fallar. El hecho de cargar con el peso de las expectativas de millones de mujeres, mientras tenía que esconder una parte vital de sí misma: su amor por Tam O’Shaughnessy.

Tam fue su compañera de vida durante 27 años. Científica, escritora y tenista como Sally, compartieron mucho más que una historia de amor: compartieron un compromiso por la divulgación científica, por la educación y por construir una vida en común, aunque nunca pudieron hacerlo públicamente.

Sally se casó brevemente con un compañero de promoción para seguir encajando en el molde que se esperaba de una heroína nacional. Pero fue con Tam con quien vivió en plenitud. Aun así, nunca salió del armario. Nunca lo hizo en vida. Y eso, como dice su viuda en el documental, “rompe el corazón”.

El documental es también un espejo. Porque no solo celebra la figura de Sally como astronauta, sino que denuncia —con mucha elegancia— lo duro que era para una mujer lesbiana abrirse paso en un mundo masculino y profundamente homófobo como la NASA de los 80. Y también nos recuerda que, aunque se han dado pasos de gigante, aún queda mucho por conquistar. Hoy, con derechos LGTB en peligro incluso en las instituciones públicas, la historia de Sally Ride nos interpela: ¿cuántas mujeres como ella siguen viviendo a medias por miedo?

Sally Ride tocó las estrellas. Y nos dejó una lección que va mucho más allá de la ciencia: la necesidad urgente de vivir y amar sin tener que ocultarse.

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