Parejas sanas: Acompañada sí, pero no de cualquier forma

El mes pasado estuvimos hablando de los requisitos para hablar de una pareja saludable, y espero que hayas podido sopesar tus prioridades; tu relación (si es que la tienes) y tus deseos de tenerla o no (si estás libre, que no sola). Pero por si te perdiste algo, te recuerdo que estos principios eran un buen equilibrio fusión-separación, la libertad en la elección de pareja (cada día y no sólo al comienzo de la relación) y la igualdad de valor entre ambos miembros.

Con estos tres requisitos podemos encontrar tantas parejas como personas conozcamos: parejas estables y esporádicas, parejas que conviven y otras que no lo hacen, parejas con miembros de distintas culturas o de la misma, con exclusividad en las relaciones eróticas o parejas en las que se permite contacto sexual con otras personas, etc. ¿Sabrías enmarcar tus preferencias dentro de este popurrí? ¡Que no te cuenten cuentos! Todas estas parejas tienen cabida siempre que las elijas tú libremente.

Desde la sexología se han estudiado miles de parejas y diferentes tipos de relaciones y, después de mucho investigar e investigar, podemos englobar todas estas parejas, según el modo de relacionarse, en cuatro modelos distintos. Estos modelos de pareja no son puros, infalibles ni conscientes, sino que son más bien ideas preconcebidas, muchas veces descontroladas que, con una fuerte influencia de la educación, mantenemos en nuestra cultura de forma más o menos entremezclada. Ya verás cómo lo que vamos a hablar te suena. No lo identifiques sólo con la gente que conoces. Si miras un poco tu experiencia, ya verás cómo también te reconoces en algunas de estas facetas.

Primer cuento que nos han contado: la media naranja

No es la primera vez que lo oyes, ¿verdad? “Si me dejas me muero”, “sin ti no podría vivir”, “eres el amor de mi vida”, “estoy destinada a ti”… Es la relación de Blancanieves, Cenicienta, La Bella durmiente… quienes son salvadas por su príncipe y son felices comiendo perdices porque no hace falta conocerse: están hechos el uno para la otra. Es evidente que es un modelo totalmente utópico, irrealizable; y eso es precisamente lo que hace que sea uno de los modelos que más sufrimiento producen. Ante las diferencias que todas las parejas vivimos se hace una interpretación dramática: si es el amor de mi vida, ¿por qué no piensa, siente o actúa como yo? ¿Será que me he equivocado? Los celos, la posesividad y el dolor están servidos.

¡Basta de cuentos chinos! ¿Quién puede ser feliz así? Si vemos este modelo desde las tres premisas anteriores, vemos de qué pie cojea. Por una parte, no hay una libertad en la elección de pareja. ¿Cómo separarse de la persona que está destinada a nosotras? ¿Hay posibilidad de elección cuando no encontraremos a nadie más, ni querremos igual puesto que es “la persona que siempre hemos buscado”? Y si la relación se rompe, el sufrimiento es infinito… ¡Acordémonos de Julieta y Romeo!

El equilibrio fusión-separación también flaquea: ¿por qué vamos a querer hacer algo por separado si llevamos toda la vida esperando a esta persona, le gusta lo mismo que a nosotras y pensamos y actuamos igual? Definitivamente si desea espacios individuales es que no nos quiere lo suficiente o nos hemos equivocado de persona. La igualdad de valor y de derechos parece ser lo único que se mantiene en esta relación. Ambas personas tienen pocos derechos fuera del pacto de sangre estipulado al comenzar la relación. Pobres princesas Disney®…

Si imaginamos a la persona A y a la persona B como círculos igual de grandes (igualdad de valor), pero personas distintas (diferentes círculos) la media naranja daría lugar a la siguiente imagen. Ambas personas pierden su identidad, convirtiéndose en una sola persona. Esto, lejos de ser romántico, hace que tengan que renunciar, al menos, a la mitad de su identidad, dejando de ser ellas mismas para encajar en la pareja, a cualquier precio. A menudo se pierde el contacto con la familia, se deja de lado la amistad y se reduce el día a día a la pareja. ¡A veces incluso se dan de lado el trabajo o los estudios! A mí no termina de convencerme esto de dejar de ser yo misma para tener pareja, ¿y a ti?

Las consecuencias de este cuento: modelo inclusivo o tradicional

Este es fácil de identificar en nuestros abuelos o nuestros bisabuelos, según lo moderna que sea nuestra familia. Pero aún podemos verla en parejas jóvenes y en adolescentes. Hablamos de esas relaciones en las que una de las partes toma decisiones por ambas personas, tiene mayores derechos y menos deberes; y la otra parte obedece y acepta las decisiones tomadas (eso sí, gustosamente en muchos casos). Sin duda esto es caldo de cultivo para el maltrato, pero no hablamos sólo de eso: hay situaciones de desigualdad mucho más sutiles. Cuando por decisión de una de las partes la otra deja de salir, de ver a las personas que antes eran imprescindibles en su vida o de decidir qué ropa usa sin supervisión de su pareja, estamos en este modelo.

¡Una advertencia! Nadie pensamos que este sea nuestro modelo de pareja. De hecho, para llegar a él en nuestro imaginario suele estar más bien la media naranja… entendida desde un modelo de desigualdad entre sexos. Como es el hombre o la mujer de mi vida, he de renunciar a todas estas cosas que antes eran imprescindibles, pero al lado del amor verdadero dejan de tener importancia. Imagino que en las parejas que te vienen a la cabeza suele ser mujer la persona subyugada y hombre la dominante. Aunque esto es lo habitual, tiene más que ver con los roles masculino y femenino que adoptamos que con el sexo de la persona. ¡Tenlo en cuenta!

Una imagen vale más que mil palabras. Este es otro modelo que en mi realidad no tiene cabida. Espero que en la tuya tampoco, al menos sin que seas consciente de que mantienes este tipo de relación.

Segundo cuento, ¿más moderno?: la relación abierta

La intimidad en este tipo de pareja es muy pequeña: apenas se comparten intereses, inquietudes y tiempos de calidad en común. No se trata tanto de parejas con un vínculo fuerte que se permiten mantener relaciones eróticas con más personas (éstas podrían seguir un modelo que contaremos después), sino de parejas con un grado de compromiso muy pequeño, en las que no se dan ni se piden explicaciones o implicaciones. Y resulta que este modelo es otro mito. Es frágil en el momento en que el vínculo con personas distintas a la pareja cobra fuerza o en que el que mantenemos con ésta se debilita. Si la relación continúa creciendo requerirá un nivel mayor de implicación, o provocará el fin de la misma. El principio de fusión, tarde o temprano, surge como necesidad.

Respecto a la libertad de elección… sí aparece en este modelo como prioritaria para ambas personas, que también mantienen el principio de igualdad de valor. Por tanto, aunque parece un modelo difícil de mantener en el tiempo, resulta menos perjudicial que la media naranja o la pareja tradicional (sobre todo si pensamos en las consecuencias del fin de la relación, muchísimo menos traumáticas para ambas personas).

La intersección entre ambas personas es apenas perceptible y es posible que aparezca un vínculo mayor con una tercera persona (¿C?) por alguna o ambas partes… que puede crecer más allá que la relación de pareja en sí. Las relaciones no se mantienen estáticas y pueden seguir dos caminos: crecer en compromiso o, más tarde o más temprano, terminarse. Esto no es malo ni bueno, simplemente necesitamos contar con ello.

Cuentos que ayudan a crecer: modelo equilibrado

Es el último modelo que vamos a ver. Según el autor o la autora que consultemos recibe un nombre u otro, pero lejos de hacer un debate sobre ello, vamos a ver por qué hemos optado por llamarlo equilibrado, que es lo importante.

Según este tipo de relación, ambas personas comparten una parte de sus vidas, que comenzará siendo pequeña e irá aumentando más o menos rápido a medida que la pareja crezca. Sin embargo, ¡jamás llegará a ser una fusión total!, porque entonces tenderemos a la media naranja. Es importante mantener una parte de nuestra identidad intacta (equilibrio fusión-separación), de forma que podamos ser nosotras mismas, tener nuestra intimidad, nuestra parcela de gustos, intereses y acciones independientes y distintas de nuestra pareja: tiempo para la amistad, espacios para una misma, hobbies individuales, etc.

La libertad de elección es total: ambas partes decidimos hasta dónde nos implicamos, el grado de compromiso que adquirimos y el ritmo que seguirá la relación. Cuando no hay acuerdo SE NEGOCIA. ¡No hay que esperar a que las cosas cambien por factores mágicos o imaginarios! Hemos de ser prácticas y resolutivas para evitar que las dificultades se conviertan en crisis. Si la negociación no es posible, la ruptura es una opción más, fruto de esa libertad, que nos ayudará a continuar creciendo individualmente y, aunque pasaremos el duelo correspondiente a la pérdida de una relación, unas expectativas y una rutina (desgraciadamente no hay recetas para eliminar esta fase, aunque seguro que conoces a alguien que pueda explicarte cómo hace que dure menos y sea menos intensa), sabremos que tenemos todo un futuro por delante cargado de relaciones satisfactorias y tan cargadas de emociones o más que la que dejamos. Sólo tiene sentido estar con alguien para ser más feliz… entonces, ¿te has planteado a qué tanta predestinación, resignación y angustia en pareja?

Esos espacios que cada miembro de la pareja no comparte con el otro marcan el equilibrio entre fusión-separación, por lo que el segundo principio también se garantiza en este modelo. Para terminar, la igualdad de valor siempre ha de estar presente, de ahí el mismo tamaño que tienen ambos círculos.

Seguramente este modelo de pareja también sea una utopía en la actualidad: la influencia social (junto con los factores biológicos y psicológicos) es grande y, mientras sigamos escuchando canciones que nos indican que no somos nada sin alguien o que sentimos que morimos si vivimos sin una persona; viendo películas en las que basta una semana para elegir a una pareja hasta la muerte y entendiendo una ruptura como un fracaso, será difícil cumplir este modelo al 100%. De todas formas, yo estoy dispuesta a intentarlo…

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, pero empieza otro que tú escribes a tu aire, con presiones (inevitablemente), pero desde la libertad de poder detectarlas y superarlas, ¡que no es poco!

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