Hay mañanas en las que te despiertas sudando, sin haber corrido una maratón. Otras en las que lloras porque se ha acabado el café. Y hay noches en las que tu cuerpo dice “no me toques” pero tu cabeza dice “¿por qué no me toca?”. Y en medio de todo eso, vives con una mujer que también tiene sus propias respuestas hormonales. Bienvenida a la perimenopausia en clave bollera.
Porque sí, ser lesbiana no nos exime de los calores, los olvidos, la piel seca y el “¿pero por qué me están saliendo estos granos en la cara?”. Lo que sí nos da —gracias, universo sáfico— es una compañera que muchas veces puede estar pasando lo mismo. Y ahí es donde todo se puede volver un poco… interesante.
¿Qué es exactamente la perimenopausia?
La perimenopausia es el periodo de transición antes de la menopausia, en el que los niveles hormonales —principalmente de estrógeno y progesterona— empiezan a bailar como si estuvieran en un tardeo de MíraLES. Puede empezar desde los 40 (¡o incluso antes!) y durar años.
Síntomas frecuentes:
- Aumentos de peso inexplicables. Sin cambiar tu alimentación ni tu rutina de ejercicio, los pantalones comienzan a apretar. ¡De la nada!
- Cambios de humor (de la risa al llanto en 4 segundos. Algo que manejamos muy bien).
- Cansancio brutal aunque duermas.
- Falta de libido… o un aumento inesperado de la libido.
- Cambios en el ciclo menstrual. Un mes te llega la regla dos veces o sencillamente no te llega. La regla que conocías y manejabas, como por ejemplo un primer día abundante y tres días escasos te sorprende con manchado de 4 días y un quinto día que parece la matanza de Texas.
- Dificultad para concentrarte (¿y yo a qué venía a la cocina?).
- Sequedad vaginal (sí, hablamos de eso también).
- Sofocos y sudores nocturnos (tipo horno con termostato roto).
Y si las dos estamos en la perimenopausia… ¿quién cuida a quién?
Imagina esta escena: una de vosotras llorando porque no encuentra el cargador del móvil, la otra preguntando si de verdad aún se desean, mientras las dos están en bata, con una bolsa de guisantes congelados en la cabeza por el dolor de cabeza hormonal. Es hermoso, pero puede ser un caos.
Tips de supervivencia en pareja:
- Comunicación brutalmente honesta: “Hoy no tengo ganas de hablar, pero te quiero”. “No sé si estoy enfadada contigo o con mis ovarios, pero necesito espacio”.
- Humor. Humor. Y más humor. Hacer de los síntomas una excusa para una noche de series y vino sin culpas.
- No todo es sexo (y el sexo también puede cambiar): Hablad de lo que os gusta ahora, de lo que ya no funciona y de cómo redescubrirse sin presión.
- Cuidado conjunto: ir al médico, a la fisio del suelo pélvico, a la clase de yoga o al taller de sexualidad lésbica… de la mano.
Sí, puede ser agotador. Pero la perimenopausia también puede ser un momento de crecimiento brutal. Se afilan tus límites, entiendes tus deseos, aprendes a decir que no con seguridad. Tienes muchas menos ganas de perder el tiempo y sabes con mayor precisión qué quieres.
Es un momento para dejar atrás la necesidad de complacer y abrazar el placer. Para reírte de las pérdidas de memoria mientras haces una lista de cosas que sí quieres recordar: que sigues siendo tú, que puedes seguir deseando, amando, cambiando, evolucionando… con o sin estrógenos.
Si no te reconoces del todo, si tu deseo cambia, si tu cuerpo parece hablar en otro idioma y si tu pareja también está en su propio viaje… tranquila. Estás en una etapa más de la vida. Y aunque a veces la perimenopausia se siente como una fiesta a la que no te invitaron, en realidad es solo una nueva forma de bailar. Y tú, bollera mía, siempre has sabido moverte como nadie.