El activismo está de luto. Una vez más, una mujer lesbiana ha sido asesinada por manos homófobas. Estos días lamentamos la pérdida de Yelena Grigoryeva, que era parte de la Alianza de Heterosexuales y Personas LGTB por la igualdad de derechos en San Petersburgo.
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No nos ha pillado de sorpresa pues ya había denunciado ser víctima de amenazas de muerte y estar en la lista de un sitio web que alentaba a la cazería de personas ligadas a la defensa de los derechos LGTB en Rusia. El domingo su cuerpo fue encontrado cosido a puñaladas y con signos de estrangulamiento a escasos metros de su casa. Según los criminólogos, el asesinato se cometió en las primeras horas de la madrugada entre el sábado y el domingo y pasaron entre 12 y 16 horas hasta que encontraron su cuerpo sin vida.
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“Era una activista de los movimientos democrático, anti-guerra y del movimiento LGBT. Recientemente había sido víctima de violencia, y a menudo la amenazaban de muerte. No importa en absoluto que estos ataques, amenazas y ahora el asesinato estén relacionados con sus puntos de vista políticos, con su actitud vital indudablemente activa, su carácter y su comportamiento. Toda persona tiene derecho a la vida”, publicó en Facebook Dinar Idrísov, también activista.
Los agentes han detenido a una persona y creen que podría ser un crimen doméstico. Sin embargo, la prensa local publicó que el sábado se pudo ver a Yelena en compañía de otras cinco personas, por lo que no se descarta que fuesen varias las personas implicadas en el asesinato.
“Lena y su abogado se dirigieron a la policía para denunciar estas amenazas, pero no hubo una reacción destacable. Del estilo ‘llama cuando te vayan a matar’. Pero a ella no le dio tiempo a llamar”.
Finalmente, la página web La Sierra, en la que aparecía la lista de activistas LGTB, se bloqueó el 18 de julio, dos días antes del crimen. Pero ya era tarde para Lena que, como si fuese un vaticinio, comentó en esta noticia: “la eliminación de estos grupos no borra los archivos en las cabezas de los matones que ya vieron esa información”.
Como activista que me considero no puedo dejar de pensar en que podía haber sido yo. Cuando viajé a Rusia el verano pasado con el proyecto ‘The hidden flag’ sabía a qué me enfrentaba, pero decidí seguir haciendo todo aquello en lo que creo. Supongo que Yelena también pensaba que sus principios y los derechos de todo un colectivo importaban más que su propia vida, aunque, sinceramente, creo que ella (al igual que yo) no pensaba que su vida iba a terminar así. Yo, hoy, estoy en jornada de reflexión porque necesito encontrar dentro de mi todo aquello que me da fuerza para seguir en la lucha y ser consciente de que, quizá, un día yo también aparezca en una lista como esa.
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