No me considero una persona básica en lo que a sexo se refiere, me gusta experimentar cosas, soy bastante liberal, me he acostado con muchas chicas, unas 20 aproximadamente, y creo que la experiencia para ambos lados, salvo contadas ocasiones, ha sido satisfactoria.
Y con respecto a la penetración nunca había pasado a algo más allá de los dedos, no sé, me daba mal rollo el usar un pene de plástico porque está claro que no necesitamos la copia de un órgano reproductor masculino para pasarlo bien.
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Pero todo cambió cuando conocí a Carla y su increíble arsenal de juguetes sexuales. Carla es, por así decirlo, mi debilidad. Me cuesta decirle que no. ¿Por qué? Puede ser porque estoy un poco loquita por ella…
Ella ya me había dicho que quería probar cosas conmigo pero yo le respondía que no necesitaba “pollas de plástico”. Pero todo cambió el día que apareció ante mi desnuda y con un arnés. Se veía completamente sexy, debo decirlo. Con solo mirarla me subió el calor corporal a niveles ni imaginados.
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Mi primera vez siendo penetrada por una mujer con un arnés fue muy estimulante y placentera. Usamos gel lubricante para hacerlo más fácil y probamos tres posturas. Ella sobre mi cuerpo, en lo que se conoce como el misionero, en este caso la misionera, yo sobre su cuerpo y yo en la cama a cuatro patas y ella penetrándome vaginalmente por detrás.
De estas posturas mis preferidas fueron las dos últimas, sobre todo la última, puesto que sentir su poder, la sensación de dominación y sumisión me excitaba profundamente.
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Después me propuso un cambio, que esta vez fuera yo la que me ponía el arnés. Me pareció interesante así que me lo puse. Fue extraño al principio, una extensión nueva en mi cuerpo para proporcionar placer. Algo que me parecía tan ajeno pero que a la vez, en cada embestida, me retornaba enorme placer.
Carla se entregó a mi en un muy bien hecho papel de sumisión, me practicó una felación y abrió su cuerpo completamente para que yo pudiera experimentar las entradas y salidas. Tenerla sobre mi fue realmente arrebatador. Sentir sus movimientos y pequeños saltitos, verla gemir de placer, moverse sus pechos, su pelo…
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Estuvimos toda una tarde con el arnés. Mi primera vez fue muy muy recomendable. Si hay alguna en la sala un poco cerrada a esas cosas como estaba yo hace unas semanas: “amiga, te invito a abrir la mente y el cuerpo”.
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