Hay que ver las vueltas que da la vida. Es la típica frase que todos decimos cuando algo toma un rumbo inesperado….
Y es que, si me hubieran dicho al oído en el 2013 que íbamos a terminar así…. Nunca lo imaginé, de veras. A veces perdemos la esperanza y todo se vuelve oscuro, piensas que te has enamorado de una hetero, de alguien imposible e inalcanzable, pero no es así.
Supongo que lo supe desde que la vi, es ese flash típico de las películas, en serio. Igual pensáis que soy muy pastelosa, pero juro que hablo totalmente enserio.
Ahora puedo mirar al futuro con más esperanza que temores. Cuando escribí, en esta misma revista “SOS, me he enamorado de una hetero, digamos que pensé que no volvería a escribir algo cómo “Chicas, me caso con el amor de mi vida”. Sí. Y todo por enamorarme de mi mejor amiga, de una heterosexual, o mejor, heterocuriosa.
Ya no es cómo lo vemos nosotras, las lesbianas. Al final, las etiquetas comienzan a ser solamente eso, etiquetas. Y llega un momento en que comprendes la verdad. No hablamos de una hetero con una homosexual, ni una homosexual enamorada, hablamos de amor. Del de verdad. Aunque suene a película de Jennifer Anniston, lo sé.
Comenzó como un juego, como una experiencia diferente a la que vas haciendo frente tal y como viene. Supongo que nos dejamos llevar por la química del momento. Conectamos. Y en aquel instante en que hablamos por primera vez con la mirada, no dejamos de dejarnos huellas imborrables.
Nuestra primera historia fue una explosión de sensaciones nuevas. Para ambas. Yo, porque nunca me había enamorado de esta manera, y ella porque nunca pensó llegar a sentir tantas cosas, tan profundas, por una mujer.
A menudo nos dejamos llevar por lo que sentimos, hasta que algo se tuerce. Y puede que ese sea el error. No hay que perder la esperanza. Creemos que a nosotros nos duele más que a nadie, y que es la otra persona la que debería aventurarse a dejar su antigua vida de lado para experimentar nuevas formas de ver la vida.
Tiene que ser jodido, ¿o no? Ahora me pongo en el lugar de E. Y digo, “joder, pues la entiendo, no es nada, pero nada sencillo hacer algo así”.
Muchos se hubiesen rendido en el minuto uno. Nuestra primera despedida. Fue en Marzo de 2014. Me fui. Se marchó. Me fui sin querer irme, la distancia nos hizo compañía un año y pocos meses. Volvimos a vernos. Te marchaste. Te esperé. Te fallé. Me fallé. Nos hicimos daño. Hablamos. Lloramos. Sentimos. Reconocimos los errores. Y, lo mejor de todo, los superamos.
Y fuimos las dos. Juntas. Las que, casi sin querer saberlo, comprendimos que nuestra conexión, nuestros sentimientos, eran complicados de borrar. Tatuó su nombre en mi corazón. Lo prometo. Nunca vi a nadie como la miraba a ella. Porque lo supe desde el 20 de Junio del 2013, cuando nos miramos por primera vez. Supe que serías alguien importante. Y míranos, durmiendo juntas, con cuatro peludos que nos aman por encima de todo. Con nuestra manada.
No fue fácil, para ninguna de las dos, pero no nos rendimos. Y ahora va a ser mi mujer. Y vivimos juntas desde hace meses. Y hemos vuelto a caer mil veces, en los miedos y las barreras. Pero salimos de todo, porque juntas es mejor. Porque yo, solo sé ser, contigo.
por Verónica Font (sígueme en instagram @veromf90 // Eri, mi compañera de vida, mi amiga, mi confidente, Mi mujer. Eres tú, @erika.rubiohuguet
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