Este tipo de violencia está presente y nos cuesta ponerle nombre
Una de mis amigas tenía (afortunadamente tenía, ya no) una novia a la que yo no podía soportar. La novia en cuestión decía amar a mi amiga más que nada en el mundo, le escribía poemas y le hacía regalos, a la vez que la sometía a un tormento psicológico muy grande.
La presionó para borrar de sus redes sociales las fotos que tuviera con novias anteriores, ¡aunque hubieran pasado 10 años! Siempre tenía que saber dónde estaba, con quién estaba, con quién hablaba.
Si mi amiga, en lugar de tener novia hubiera tenido un novio, y hubiera sido un chico el que ejerce todo este control hubiéramos tenido claro desde el principio que era un maltratador.
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En el caso de esta amiga que os cuento había excusas para todo: es que ama mucho y no puede soportar ver fotos de otras chicas, es que es insegura por sus traumas de la infancia, etcétera.
Un día que estaba de fiesta con mis amigas en un garito de Chueca vimos a una pareja de chicas discutir. La agresora estaba borracha y estaba recriminado a su novia el que hubiera estado charlando con otra chica que claramente se la quería ligar. Pero la novia de la agresora realmente no había hecho nada. La otra fue calentándose cada vez más hasta que lo soltó un golpe en la cara a su pareja. Recuerdo que intervenimos. La agresora se fue molesta (¡encima!) del bar y mis amigas y yo le dijimos: tienes que denunciar. Ella nos miró como si estuviéramos loca. “Que va, lo que pasa es que es muy apasionada y más cuando bebe”. ¿Te ha pegado antes?, le preguntamos, no quiso contestar.
No chica, tu novia no es apasionada. Tu novia es maltratadora, no es normal gritarle y pegarle a tu novia porque otra chica ha intentado ligar con ella.
Volvemos a lo anterior. ¿Y si hubiera sido un hombre el que le pega a su novia en el bar? Hubiera saltado todo el mundo, claro está, porque después de tantas campañas necesarias de concienciación, identificar el maltrato machista no nos cuesta tanto, pero cuando la relación es entre dos mujeres las líneas que son tan claras en una relación heterosexual se desdibujan. Se perdonan más cosas que quizás en una relación hetero harían saltar las alarmas.
¿Cuándo nos maltratan o maltratamos?
Evidentemente con la violencia física, por supuesto, pero existe otra forma de hacer daño que es también muy brutal. Cuando ejercemos control sobre nuestras parejas, control sobre con quién está, qué hace, con quien chatea, revisamos su móvil, sus conversaciones, sus redes sociales, quién le dio un like y a quien lo dio ella.
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¿Somos celosas? Bueno, pues a trabajarlo. Pero eso no puede ser una excusa para hacerle la vida imposible a nuestra novia o para que ella nos la haga a nosotras. Para prohibirle que vea a ciertas personas, para exigirle más tiempo o dedicación, para inmiscuirse en sus asuntos.
Hablar de forma despectiva a nuestra novia, ridiculizarla, intentar siempre poner un pie encima y hacerla más débil, más insegura, minar su autoestima, menospreciar. Al final no es más que disfrazar nuestra propia inseguridad intentando acabar con la seguridad de ella, para sentirnos fuertes, importantes.
Es importante visibilizar el maltrato en las relaciones de lesbianas, porque existe. Es importante reconocerlo y ponerle límites, tanto cuando lo vemos en nuestra vida como en la de nuestras amigas. Porque en las relaciones el maltrato va avanzando lentamente, como un cáncer. No es que en la segunda cita la chica en cuestión te pegue un tortazo, no, pequeñas acciones derivarán en eso en algún momento. Por eso es un tema del que debemos hablar, si no se nombra no existe.
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