Existe un concepto que no tengo claro si es gracioso, si ayudó al movimiento lésbico o si es una pésima manera de apropiarse de algo, por parte del heteropatriarcado, que no les pertenece. El llamado “lesbian chic”.
¿Qué es el lesbian chic?
Básicamente, es algo similar a lo que conocemos en esta década como “pinkwashing”. Utilizar el concepto de lesbianismo (casi siempre femme) como algo que vende. Hemos pasado de ser denostadas por la sociedad a utilizadas como herramienta de marketing.
¿Cuándo nació el lesbian chic?
Hay quien dice que nació a principios del siglo XX y quien cree que fue con la cultura pop en los 90. Los primeros opinan que era una forma elegante de insinuar el ser lesbiana o bisexual, al más puro estilo Marlene Dietrich, Greta Garbo o la mismísima Virginia Woolf. Hacía los años 70 sería, por ejemplo, Patti Smith quien jugaría a despistar sobre su sexualidad. En los 90 ya, de la mano de la androginia, se les fue de las manos y la moda comenzó a apropiarse del concepto. Calvin Klein es un clarísimo ejemplo de lo que significa.
En el comienzo de los 2000 fueron muchas las marcas y las estrellas que se sumaron al “parecer lesbianas”. Madonna que ya lo hizo en los 80 volvía con Britney, Miley Cyrus siempre ha jugado a la bisexualidad, Rihanna, Melissa, Shakira, Katy Perry…; la lista es larga. Firmas como YSL o Givenchy han hecho campañas más que sugerentes porque parece que las lesbianas chic venden (si no eres chic o femme estás perdida). Y es que hasta las marcas más underground buscan a butch, pero poco. Las llamadas soft butch.
Eloisa Aquino, creadora del fanzine “The Life and Times of Butch Dykes“ es de las que piensan que el concepto no es algo de ahora.
“El lesbian chic no es un concepto particularmente nuevo en la cultura pop. Siempre ha existido con una intención clara y poco disimulada: crear productos culturales que sean vendibles, lo cual no es necesariamente negativo. Pero sí ha creado hasta ahora cierta jerarquía en la que las lesbianas más femeninas han contado con un valor añadido, borrando aún más las huellas, de por sí casi invisibles, de esas otras mujeres homosexuales y de la sociedad trans“.
Sea como fuera, la moda ha ido cambiando mucho en los últimos 30 años. Hemos pasado de estar encajonadas en la camisa de cuadros, y ser ésta denostada, a ponerse de moda toda la estética asociada: ropa, pelo, estilo y aficiones, diría que afortunadamente para nuestra visibilidad, pero desafortunadamente para tener claro quién es lesbiana y quién no (broma, por las diosas).
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Y si algo ha mejorado gracias a la visibilidad es que la sociedad va entendiendo que las mujeres lesbianas tenemos muchos y muy diferentes estilos, que todos son aceptables y que la moda puede incluirnos en sus propuestas sin necesidad de usarnos para vender. Pero es que está demostradísimo que las marcas que tienen publicidades inclusivas (y aquí van las que sí las hacen y las que lo parece) tienen mejor aceptación en el mundo LGTB.
La cuestión al margen de esto sería si sabes sacarte tú partido. Esta semana pasada ha sido la MBFW o, lo que es lo mismo, Mercedes-Benz Fashion Week Madrid (antes Pasarela Cibeles o Madrid Fashion Week para internacionalizarse) y hemos visto mucha moda. Moda de toda la vida como la de Agatha Ruiz de la Prada, Custo Barcelona, Hannibal Laguna o Pedro del Hierro, pero también otros increíbles diseñadores como Teresa Helbig, Ynésuelves, Paloma Suárez o Malne. Vanguardia, modernismo, old money, futurista, visionarios. Cada cual puede describir sus colecciones de formas muy distintas, aunque lo que no podemos ocultar es que nos dan la posibilidad de elegir quién queremos ser en cada momento, encontrar nuestro propio estilo, adaptar las tendencias a nosotras.
Nosotras no tenemos que parecer lesbianas. El lesbian chic no va con nosotras, pero si algo podemos sacar de esto es que nos hizo visibles y ahora podemos ser nosotras mismas el 100% de nuestro tiempo. Si no sabes sacarte partido podemos arreglarlo. ¿Quieres saber cómo? Lo hablamos en el próximo artículo de moda y estilo.
