Katherine Switzer fue la primera mujer que corrió una Maratón, pero solo cogió consciencia de la magnitud de su acción cuando el co-director de la carrera trató de sacarla a golpes. Entonces, como ella misma relata, se dio cuenta de que tenía que abstraerse de los insultos de organizadores y prensa y acabar aquellos más de 40 kilómetros ya no solo por ella, sino por todas las mujeres. Así es como Katherine Switzer abrió camino a las corredoras de todo el planeta llegando a la meta de la Maratón de Boston (EEUU) del 19 de abril de 1967, tras 4 horas y 20 minutos de carrera.
Nada más llegar, Katherine fue automáticamente descalificada por su condición de mujer, ¡y eso que no había nada escrito sobre el género de los participantes ni en el formulario ni en el reglamento! No sería hasta 5 años después que la Maratón de Boston cedería a su insistencia y la de otras mujeres y permitiría que también se inscribiesen ellas. Hasta entonces una mujer solo podía correr oficialmente una milla y media (2,4 km).
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Durante los siguientes 40 años, Switzer se ha convertido en una activista feminista en el mundo del deporte. Con la perspectiva de la que le ha dotado el tiempo, la también escritora afirma que su acción le abrió camino a la generación de atletas femeninas que le sucedieron. También sabe que fue el deporte el que curó su autoestima e inseguridad de niñez, y por lo tanto conoce la importancia de tener el derecho a practicarlo: “Las mujeres mismas no entendían que ellas tenían la capacidad de correr. Luchaban contra los temores en los que nos habían hecho creer: Que se te agrandaran las piernas, que te saliera un gran bigote o que el útero se cayera” ha explicado en varias ocasiones.
Katherine nos cuenta de primera mano cómo fue su experiencia: “Pagué los US$2 y me inscribí con mis iniciales. Los organizadores supusieron que era un hombre y me dieron el número 261 (…) Los oficiales nos acomodaron en la línea de salida, y todo el mundo se veía igual, con esos sacos calientes y anchos, así que nadie se dio cuenta que no era uno de los hombres. -Tenías razón, no hay problema- Le dije a mi novio, que corría conmigo. -Ves. Te lo dije-, afirmó él. Las primeras dos millas estuvieron fantásticas. Pero la prensa me vio desde afuera, y se volvieron locos: “¡Una chica en la carrera! ¡Tiene un número!”, gritaban. Y también nos tomaban fotos. Nosotros respondimos saludando con la mano, ya que era simplemente un instante mediático.Pero de repente, escuché detrás de mí el sonido de unos zapatos de cuero, claramente no eran zapatos para trotar. Y vi a este hombre de mirada furiosa. Fue aterrador. Me tomó por los hombros y me empujó hacia abajo, y trató de quitarme el número del pecho.-Sal de mi maldita carrera y entrégame esos números-, gritó. Llegó a asustarme. Mi novio lo tomó y sacó de fuera de la carrera. En algún punto sobre la milla 21, la rabia me dejó. Uno no puede correr largo si está enfadado.-Tengo que terminar esta carrera, así sea sobre mis manos y mis pies, porque si no la termino nadie creerá que las mujeres pueden y deben estar aquí- le dije a mi entrenador. Cuando la terminé, sentí que tenía un plan de vida, una meta, un propósito para cumplir (…) Organizamos más de 400 carreras en 27 países, y usamos las estadísticas de esos eventos para hacer lobby ante el Comité Olímpico Internacional, hasta que en 1984 logramos crear un Maratón Femenino.
La presión ejercida por Switzer fue crucial para que el Maratón Femenino fuera incluido como deporte olímpico, pero no solo dedicó su tiempo libre al activismo, también a entrenar: Switzer ganó la Maratón femenina de Nueva y quedó segunda en la maratón de Boston de 1975, donde logró su mejor marca con un tiempo de 2 horas, 51 minutos y 37 segundos.
A ella y a todas las deportistas que algún día han dicho No al rechazo y a la discriminación ¡Gracias!
Fuente: bbc.com