“Soy heterosexual pero quiero experimentar con una mujer”

Me llama la atención que hoy en día tantas mujeres sientan “curiosidad” por experimentar sexo lésbico. Es una curiosidad que considero innata de las nuevas generaciones, ya que la libertad de expresión y la visibilidad lésbica ha ido en aumento y dejado de ser un tabú. Actualmente desde pequeñas las niñas tienen conciencia de que puede haber parejas del mismo sexo y lo consideran normal, a diferencia de lo que vivimos las mujeres que, a nuestros doce años o menos, no teníamos ni idea de que eso fuera posible y mucho menos moralmente correcto.

VER: Una lengua precolombina tenía varios términos de sexo lésbico

Hablando con algunas amigas, ex alumnas la mayoría, que bordean los veinte y algo, me he dado cuenta de que para ellas la sexualidad es algo libre, hermoso y que no debería estar encasillado por género. La verdad, he aprendido mucho de ellas. Para algunas, experimentar su sexualidad con hombres y mujeres les abre las puertas para definirse como bisexuales u optar por un género en particular; otras me han comentado que siempre se han sentido atraídas por otras chicas y se sienten cómodas y orgullosas de ser lesbianas; las menos se consideran heterosexuales, pero no niegan que, de darse la oportunidad, probarían con otra chica.

Me parece simplemente fabuloso que las jóvenes de esta época en plena transición tengan la oportunidad de ser quienes ellas quieren y que su generación, en la mayoría, les brinde su apoyo. El trabajo pendiente es la educación de los adultos, quienes más odio, ignorancia y repudio manifiestan, tanto por otros adultos como por nuestros jóvenes arcoíris.

VER: Las escenas de sexo lésbico más clientes de la gran pantalla

Pero entre los jóvenes de ahora y los adultos con criterio ya formado (y una edad considerada madura); se encuentran en medio aquellas mujeres que como yo y muchas más no estamos ni en el pasado, en el que debíamos escondernos antes de ser lapidadas por nuestra orientación sexual; ni en el presente, en el que es posible tener más libertad debido a la masificación y al apoyo que entre nosotras nos brindamos.

¿Por qué quise tocar el tema? Porque tengo treinta años, edad en la que se supone que una ya “definió” sus preferencias sexuales, ha establecido una familia “normal”, con hijos, “esposo”, trabajo y todo eso. Sin embargo, al igual que yo, que descubrí tarde que ser bisexual no era una enfermedad patológica contagiosa y mucho menos estaba ligada a alguna secta satánica, muchas coetáneas descubrieron su sexualidad “tarde”, por así decirlo y hoy en día se encuentran embrolladas en relaciones de años con un pololo vitalicio, otras tienen un registro de varios hombres en su currículum amoroso y otras están casadas, con hijos y son el modelo de familia ideal impuesto por la sociedad.

He hablado con muchas mujeres que tienen un terror inmenso a dejar sus vidas “ya hechas” para lanzarse al vacío que significa embarcarse en una nueva relación, más aún si es con una mujer. Cuento con algunos ejemplos:

Una ex compañera de pregrado vivía con su pareja (hombre) y su hijito, todo cambió para ella cuando empezó a darse cuenta de que en la calle miraba mucho ciertos atributos de otras mujeres, y no de forma admirativa. Retrospectivamente recordó que en su adolescencia tenía una amiga muy especial: se daban besos en la boca, andaban de la mano, se trataban de “amor”, etc. Para la otra chica era un juego, pero para ella fue muy doloroso verla después salir con un compañero de curso.

También tengo el testimonio de una colega que tiene dos niños y un marido. Es mormona, como toda su familia, y lleva una vida pacífica y normal, pero lo que nunca le ha confesado a sus familiares es que cuando se fue a estudiar al extranjero tuvo una relación lésbica en la que conoció al amor de su vida, con la que todavía tiene contacto por medio de las redes sociales.

VER: Organigrama de relaciones lésbicas del Hollywood del siglo XX

Otro, muy particular, es el de una amiga que conocí en mi época de ir a tocatas y fiestas alocadas. Una rubia sexy y atractiva que siempre pudo tener al hombre que quisiera y se limitaba a eso, porque era muy tímida con las mujeres y nunca se atrevió a acercarse a alguna, a pesar de que le atraían mucho. Hace poco me escribió para que la aconsejara sobre cómo ser menos tímida con otras mujeres…

Tengo muchos otros ejemplos, pero creo que con los mencionados ya se entiende a lo que voy.

Por si fuera poco, hay otro inconveniente que tenemos quienes bordeamos los treinta: ya casi todas las mujeres tienen pareja estable. Sí, estamos en una edad difícil, y aunque no es imposible encontrarnos con solteras, las opciones son pocas; la mayoría son mucho menores, si son de nuestra edad algunas están en el armario, algunas tienen un pasado algo oscuro o simplemente no son de nuestro agrado. El panorama se complica, ¿verdad?

¿Qué hacer, entonces, con todas esas ganas de experimentar, si no hay con quién?

En primer lugar, hay que definir prioridades y establecer si lo que buscamos es una relación, sexo casual, saciar la curiosidad, o lo que sea que tengamos en mente.

Es complicado y parece engorroso, pero a veces no es necesario buscar, sino abrir un poco más la mente y ampliar nuestros círculos sociales. Primero se pueden entablar amistades y, si se da la ocasión y hay consenso mutuo, se puede comenzar a experimentar.

Mi primera vez estaba tan nerviosa que temblaba de manera evidente, hoy lo recuerdo y me da mucha risa. Después de eso lo empecé a pasar estupendo.

Mi humilde consejo es atreverse a dar el paso, y no el sexual, sino el otro: conocer gente, con cautela, tampoco es llegar y lanzarse a los brazos de cualquiera. La mujer que nos inicie debe tener algo de experiencia o al menos empatía, si es que es la primera vez de ambas. La idea es explorar y conocerse, disfrutar de uno de los placeres más grandes de la vida con el que solo las mujeres fuimos beneficiadas: el sexo lésbico.

Así que, a dejar los miedos, romper con normas ridículas, abrir la mente (y por qué no, las piernas) y a vivir nuestra sexualidad en plenitud. Se nos negó por años, pero ya no más. Esto lo vi en alguna parte y me pareció fantástico así que lo voy a citar tal cual: “La vida es corta, ¡hazte torta!”, y al carajo el qué dirán. Ya es tiempo de ser libres y felices… es mi humilde opinión.

Por Claudia Cuevas Moya
Editora de La aguja literaria

 
Comparte este artículo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio