Si hubieran existido apps de ligoteo en el siglo XVII, Julia d’Aubigny habría sido la reina de los ‘matches’. Espadachina, cantante de ópera y rompecorazones profesional, esta mujer desafió todas las normas de su tiempo y vivió su vida como le dio la gana. Y sí, también fue una lesbiana icónica antes de que siquiera existiera el concepto.
Julia nació en 1670 en Francia y, desde pequeña, su padre (entrenador de la guardia del rey) le enseñó a manejar la espada como si fuera una mosquetera. Mientras las demás niñas aprendían a bordar, Julia aprendía a vencer a hombres en duelos. Con ese currículum, no es raro que su vida se convirtiera en una serie de aventuras que harían palidecer a cualquier película de acción.
La vara del amor lésbico la puso muy alta. Entre sus muchos romances, el más famoso fue el que tuvo con una chica que, por presión de su familia, fue enviada a un convento para alejarla de Julia. Pero nuestra heroína no era de las que aceptan un “no” por respuesta. Así que, ¿qué hizo? Se metió de monja, fingió la muerte de su novia, incendió el convento y huyó con ella. Así que vamos, no aceptes que nadie te ame menos de lo que Julia a su chica, ¿eh?
Con una vida tan intensa, no sorprende que Julia también fuera una estrella del espectáculo. Gracias a su increíble talento como cantante, consiguió un puesto en la Ópera de París. Allí, no solo deslumbró con su voz, sino que también se batió en duelo con cualquier hombre que osara faltarle al respeto. Se dice que venció a tres nobles en una misma noche y luego les dedicó una aria. Idola.
Un final tan misterioso como su vida
Después de años de escándalos, duelos, conquistas y una carrera estelar en la ópera, Julia desapareció misteriosamente a los 33 años. Algunas versiones dicen que entró en un convento (por voluntad propia esta vez), otras que murió joven, pero lo que es seguro es que su legado sigue vivo.
Porque Julia d’Aubigny representa el espíritu rebelde y libre que todas quisiéramos tener. Se negó a encajar en las normas de su época, vivió el amor a su manera y nunca dejó que nadie le dijera lo que podía o no hacer. Así que, la próxima vez que alguien te diga que no puedes hacer algo, recuerda a Julia… y desafíalo a un duelo (o al menos a una partida de cartas).