No es fácil ser una lesbiana visible. Y me refiero a ser visible aposta, donde hay una intención de que el interlocutor o de los que se cruzan en nuestro camino sepan que no pertenecemos al club más normativo de la tierra: el de los heterosexuales.
“Lesbiana” ha sido durante muchos años una palabra incómoda, porque mientras algunas la usamos para definirnos, otros la usan como arma, para herir, para humillar, para menospreciar.
La palabra “lesbiana” tiene tantos matices como lugares donde se pronuncie. Para mi es una forma de decir que me relaciono emocional y sexualmente con mujeres. Para mi es haber creado una revista y espacios donde otras mujeres como yo podamos encontrarnos, informarnos, relacionarnos.
Pero en 11 países del mundo “lesbiana” puede ser una condena a cadena perpetua o a muerte. En otros tantos puede ser la razón para perder la custodia de los hijos, para perder un trabajo, la posibilidad de un alquiler, para ser obligada a sufrir una terapia de conversión o el horror de una violación correctiva. Hay países africanos donde Incluso la aversión a la palabra se disemina por las redes familiares. Donde el tener una hija “lesbiana” implica que toda una familia caiga en la deshonra y la exclusión social. Y hasta encontramos casos donde no es necesario ni pronunciar la palabra. El solo “parecer lesbiana” ha sido suficiente para recibir insultos o palizas.
Es pura casualidad geográfica que yo pueda decir con alegría que soy lesbiana y que otra mujer tenga que decirlo con lágrimas en los ojos, con miedo.
Recuerdo que cuando salí del armario las personas que yo más amo en este planeta me pidieron que viviera mi vida con discreción. Y ahora, cuando miro atrás, siento Orgullo de haber dicho “no”. Porque a pesar de todavía no entender ni conocer todas las caras de la lesbofobia, en alguna parte de mi sentí que la invisibilidad es un túnel oscuro en el que podemos perdernos muy fácilmente.
La invisibilidad nos desconecta, nos hace pensar que hay algo malo en nosotras, en nuestra forma de querer y en nuestra forma de ser felices. No nos permite generar lazos reales y transformarnos en referentes de mujeres que nos miran y están atrapadas en su propio miedo.
No es fácil ser una lesbiana visible. Pero las cosas difíciles tienen una belleza particular. Y en este caso es un camino que al mismo tiempo que nos lleva más lejos, nos acerca más a nosotras mismas.
Feliz Día de la visibilidad Lésbica.
María Jesús Méndez, directora de MíraLES