“A Quiet Passion”: poesía en el cine que viene

Para los amantes del cine intelectual, una de las noticias más estimulantes de la próxima parrilla cinematográfica es el rodaje de una película biográfica sobre la poetisa Emily Dickinson. Cuesta creer que, siendo una de las figuras más importantes de la poesía norteamericana del siglo XIX (probablemente me quedo corta) nadie se haya interesado hasta ahora por llevar su vida al celuloide, y más aún si tenemos en cuenta que esta vez los grandes estudios de Hollywood no tenían que molestarse en buscar al genio fuera de casa.

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Es cierto que la vida de Dickinson no es en absoluto convencional; conocemos también la importancia de los hechos (cuanto más fehacientes y espectaculares mejor) con respecto a la probable o improbable rentabilidad de un largometraje. Ambos podrían ser argumentos de peso para no aventurarse a retratar a Dickinson (pensando siempre en el espectador ávido de giros de guión y efectos especiales), porque lo cierto es que casi nunca abandonó su pueblo natal y que se recluyó por voluntad propia en su casa a la edad de cuarenta años. Ahora es cuando surge la pregunta evidente de: ¿qué interés objetivo podría tener filmar una vida con tan poca variedad? ¿Cómo demonios hacerlo?

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Ha tenido que ser Terence Davies, un inglés apasionado de las historias con protagonista femenina, el que finalmente se haya molestado en rascar un poco la superficie que todos vemos para encontrar la mina, el filón que supone la existencia soterrada de Dickinson. Tal vez la historia le venga como anillo al dedo, ya que Davies (La casa de la alegría, The Deep Blue Sea) es un experto en crear esas atmósferas vaporosas tan difíciles de ver en el cine y que me parecen fundamentales para rodar una historia como esta: una historia de silencios, de poesía. Primeros planos, música densa y sustitución del diálogo por el recurso expresivo del rostro son algunas de sus señas de identidad, todas explotadas (al menos hasta ahora) con acierto. Aunque especular es gratis, la verdadera incógnita del proyecto (y la razón de ser de este artículo) es si este director ya consagrado estará dispuesto a ser totalmente fiel a la verdad: una verdad a la que hasta hace poco casi nadie daba crédito y que aún hoy es tratada con suspicacia en ciertos ámbitos conservadores.

Emily Dickinson nació en Amherst, Massachussets, en 1810. Dicho esto, a todas nos resultaría fácil imaginarnos a una mujer tristemente reducida por sus circunstancias, educada para ser una esposa conforme con todas las injusticias de una sociedad patriarcal. Pero, ¿ese fantasma que habita nuestro imaginario podría escribir algo semejante a esto?

“Me quieres. Estás segura.

No temeré equivocarme.

No me despertaré engañada

una sonriente mañana

para descubrir que la luz del sol

ha desaparecido,

que los campos están desolados,

¡y que mi amada se ha ido!

No debo inquietarme. Estás segura.

Nunca llegará esa noche

en que, asustada, corro a casa, a tu lado,

y encuentro las ventanas oscuras,

y que no está mi amada.

¿Estás segura? ¿Nunca llegará?

Asegúrate de que estás segura.

Sabes que lo soportaré mejor ahora,

si me lo dices así,

que si, cuando la herida haya curado,

en este dolor que tengo,

me hieres otra vez más.”

(versión original)

¡Sorpresa! Ahora no nos parecerá complicado imaginarnos a un montón de hombrecillos, de editores confusos, consternados, apresurándose a favorecer el equívoco del género en que este y otros poemas fueron escritos y logrando que hasta un pasado muy reciente permanecieran adulterados, infieles a sí mismos: no existe método más socorrido para sesgar la verdad que dar luz únicamente a los detalles que nos interesa que trasciendan. Y, si bien es cierto que Dickinson mantuvo una correspondencia regular con varios hombres eruditos que siempre eran mayores que ella y a los que pedía consejo respecto de su poesía, no es justificable que se hayan utilizado estas relaciones epistolares para disfrazar con tintes platónico-amorosos lo que a todas luces era intelectual.

El poema anterior forma parte de los muchos que Dickinson escribió a su antigua compañera de estudios Susan Gilbert, que se casó con el hermano mayor de Emily y vivió toda la vida muy cerca de su casa. Si hay algo que se evidencia entre testimonios, cartas y poemas es que Dickinson sólo se interesaba por las personas que podían ofrecerle un estímulo intelectual, que consideraba la privacidad como su mejor feudo y que valoraba el amor por encima de todas las cosas, idealizándolo como sólo pueden hacerlo los poetas y entendiendo el sentido de la pareja como un concepto muy próximo a lo que hoy denominaríamos “alma gemela”. Si se recluyó fue probablemente porque tenía en casa todo lo que necesitaba y porque despreciaba las frivolidades del mundo, no porque un anciano mentor no correspondiera sus sentimientos.

mirales.esLa afortunada actriz que se encargará de darle vida será Cynthia Nixon, a la que todas recordamos por su papel de Miranda en Sexo en Nueva York y que, según dicen, comparte el cabello pelirrojo de Emily, la esbeltez prácticamente lánguida que la caracterizaba y también los profundos ojos azules (así es, aunque el conjunto me haya quedado un poco cursi). Nixon es abiertamente lesbiana (se casó el año pasado con Christine Marinoni), lo que tal vez constituya una buena señal en lo que a las intenciones del filme se refiere.

Precisamente el otro día estuve comentando con una amiga los obstáculos que suelen aparecer en el camino de quienes pretenden revelar verdades que no quieren ser escuchadas: varios proyectos chilenos de llevar al cine la vida de Gabriela Mistral, incluida la relación amorosa que mantuvo con Doris Dana, han sido reiteradamente denegados. Que un icono a la altura de un Premio Nobel sea homosexual todavía puede chirriar en los oídos de muchos, pero es precisamente su reivindicación la que ayudará a que el común de los mortales podamos experimentar nuestros sentimientos con total normalidad: incluso aunque seamos tímidas y nos enamoremos de nuestra compañera de pupitre.

Inma Miralles

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8 comentarios en ““A Quiet Passion”: poesía en el cine que viene”

  1. señorita Rotenmeyer

    Ese Davies impone un poco (director aburrido como pocos), temo peli bastante tostón. Reconozcamos que rodar la vida de alguien que se recluye en su casa no permite grandes alharacas, a no ser que tires por rollo imaginativo y así.

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