Un deseo para el nuevo año… que no te falte el deseo

¡Feliz 2012! Espero que las fiestas hayan provocado muchas alegrías y que, al menos unos poquitos días, hayáis podido descansar aunque las fiestas hayan venido tan mal de fechas este año. Qué bien empezar un nuevo año en MíraLES, con nuevas oportunidades para reflexionar con vosotras y hablar de sexualidad.

¿Qué tal empezar el año hablando del deseo erótico? Es el elemento clave en cualquier relación erótica, el motor de arranque en las relaciones de pareja, una sensación altamente placentera y, como casi todo lo importante, algo que no valoramos hasta que lo echamos en falta. ¿Sabemos suficiente sobre el deseo? ¿Cómo se origina? ¿De qué depende? ¿Qué grado de control tenemos sobre él? La nefasta educación sexual que recibimos también tiene lagunas a este respecto: los mandatos culturales nos dicen que el deseo es algo totalmente externo a la persona, mayor en varones que en mujeres e incontrolable cuando es muy alto. Sin embargo, el deseo es mucho más amplio, complejo e interesante de lo que los dichos populares o los mensajes morales tradicionales nos han hecho creer.

Foto: Julián Navarro
Foto: Julián Navarro

Hablemos en primer lugar del papel que juega el deseo en la respuesta sexual humana. ¿Recuerdas que hablamos de ello hace algunos meses, cuando nos referíamos al orgasmo? Es como desde la sexología se llama al ciclo universal que ambos sexos experimentan en una relación erótica, en solitario o en compañía. Masters y Johnson, Kaplan y otros autores y autoras han estudiado la respuesta sexual humana a fondo. El deseo no sólo es la fase imprescindible para desencadenar las fases siguientes (excitación, orgasmos y resolución), sino que se mantiene durante todas estas fases. Si el deseo no está presente, no será posible que se desencadene la excitación y, por lo tanto, tampoco podrán llegar el orgasmo y la resolución. La pregunta que seguramente te estás haciendo es, ¿y depende de mí ese deseo? La respuesta a esta cuestión, como suele pasarnos en sexualidad, no es dicotómica. Por una parte, es posible sentirnos atraídos por cosas o personas que no nos convienen o interesan… por lo que por esa parte podríamos decir que no es controlable. Sin embargo, qué hacemos con ese deseo sí depende de nosotras: quizás no podamos evitar desear a nuestra jefa, pero sí podemos decidir dejarnos llevar por ese deseo o no hacerlo, evaluando las posibles consecuencias en ambos casos. Esto resulta obvio, pero a la vez no es raro escuchar cómo en medios de comunicación y en el lenguaje popular se excusan situaciones peligrosas e incluso agresiones haciendo alusión, precisamente, al alto deseo que sentía una persona, especialmente si ésta es hombre. ¿Puede alguien con un altísimo deseo hacia la pareja de su mejor amiga evitar una relación erótica para no dañar a esa amiga? Definitivamente sí. Evidentemente, cada persona tiene una capacidad diferente para controlar sus propios impulsos y deseos y, además, cuanto mayor es el nivel de deseo, más difícil es para todas las personas controlarlo. Es mucho más fácil evitar acostarnos con alguien que hemos decidido que no nos conviene cuando nos guiña un ojo nada más conocerle que si esperamos a estar en un lugar íntimo, después de muchas miradas provocativas y un coqueteo de dos horas, por ejemplo.

También puede ocurrirnos lo contrario: que nuestro deseo sea bajo o inexistente. Cuando siempre hemos tenido este nivel de deseo esto no suele suponernos un problema, es algo que nos caracteriza y no supone más líos. Otro de los grandes mitos en torno al deseo tiene que ver con esto: mientras de las mujeres se espera que tengan un bajo deseo e incluso son criticadas si se muestran muy deseantes (aunque eso sí, siempre han de mostrarse deseables), de los varones se espera lo contrario, que siempre tengan un alto deseo y que además este deseo apenas sea selectivo. ¿Sienten las mujeres menos deseo que los hombres? Para contestar esta pregunta necesitamos contar con factores biológicos, psicológicos y sociales. Biológicamente el ser humano es de las pocas especies que no cuentan con períodos de celo, sino que las mujeres siempre estamos “receptivas”, es decir, siempre tenemos deseo. Sin embargo, culturalmente los valores femeninos y masculinos marcan las pautas que hemos dicho anteriormente, haciendo que muchos hombres con un bajo deseo y mujeres con alto deseo no se atrevan a expresarlo o incluso se avergüencen de sentirlo. Una vez más, las sexualidades son tan variadas y plurales que sólo hay un camino lógico para resolver esta cuestión: el respeto a la diversidad y a la individualidad.

Una vez legitimados absolutamente todos los niveles de deseo en ambos sexos nos queda una última cuestión de la que ocuparnos: ¿qué pasa cuando el nivel de deseo que experimentamos no se corresponde con lo que a nosotras o a nuestras parejas nos gustará sentir? La respuesta es diferente si nos referimos a nuestra propia vivencia o a exigencias por parte de otra persona. Es muy común que, en una relación, ambas personas tengan diferentes niveles de deseo, lo que en ocasiones produce conflictos: “No te gusto lo suficiente”, “parece que tengo que perseguirte”, “no respetas mi espacio”, “no querrás que lo haga obligada”, etc. Partir de esta realidad puede ser el principio para evitar malentendidos: las personas tenemos distintos niveles de deseo y esto no es una dificultad, sino un hecho del que partir. Un buen punto de encuentro es la negociación, yendo siempre al ritmo de la parte de la pareja que va más lenta. Si buscamos disfrutar juntas, no tiene sentido forzar situaciones no deseadas por alguna de las partes. Si comparamos las relaciones eróticas con cualquier otra actividad de ocio, como ir al cine, si una de las partes de la pareja quiere ir tres veces en semana y la otra sólo desea ir una vez al mes, seguro que no veríamos ninguna dificultad en ir menos a menudo; tampoco veríamos problemas en negociar con nuestra pareja hasta encontrar un punto con el que ambas partes estén conformes. La masturbación siempre es una alternativa si nuestro deseo es más alto que nuestra pareja y, en aquellas parejas que así lo acuerden, también es posible resolver esta diferencia abriendo las relaciones eróticas a más personas al margen de la pareja.

Si somos nosotras mismas quienes no estamos conformes con nuestro nivel de deseo, hay otra serie de cuestiones que deberíamos comentar. Hemos dicho que el objeto de deseo no es algo que podamos concretar, pero esto sólo se cumple a medias. Cuando decidimos no dejarnos llevar por un deseo, con el tiempo suele disminuir ese deseo o hasta desaparecer. Del mismo modo, a veces situaciones, personas u objetos que no deseábamos en un principio, con el tiempo sí pueden despertarnos esta emoción. Así, si notamos que nuestro deseo aumenta o desciende y no estamos conformes con esa variación tenemos que buscar el motivo de que así sea y utilizar estrategias para modificarlo. Debemos prestar especial atención por si el deseo disminuye en situaciones de conflicto en la pareja, cuando empezamos a tomar alguna medicación, cuando tenemos relaciones eróticas no del todo satisfactorias o incluso molestas, cuando disminuye nuestra lubricación vaginal si mantenemos penetración, en situaciones de estrés o tristeza, etc. Si nuestra dificultad se relaciona más con un aumento en el nivel de deseo la realidad es que las quejas suelen ser más escasas y, además, dado que podemos controlar el cauce que damos a ese alto grado de deseo, es más sencillo de gestionar.

Para terminar, ¿cuál es el nivel “normal” de deseo en una persona o un hombre? Esta es una pregunta habitual en talleres, conferencias y terapias sobre sexualidad; incluso tenemos una palabra para catalogar a las mujeres (los hombres no son castigados por ello) que tienen lo que socialmente se considera un exceso de deseo: ninfomanía. La respuesta a esta pregunta no sólo es indiferente, sino que además es imposible. Para empezar, hablar de niveles normales de deseo sólo deslegitimiza a aquellas personas que no encajan en esta media. Por otra parte, es imposible concretar ese baremo de lo que es más habitual, dada la amplísima diversidad al respecto. Muchas personas se quejan en consulta “sobre el excesivo o excesivamente poco deseo de su pareja”, medido exclusivamente a partir de sus necesidades. Imaginemos que yo deseo mantener encuentros eróticos dos veces al día, pero mi pareja desea tenerlos una vez a la semana, ¿mi pareja tiene escaso deseo? ¿Yo soy “ninfómana”? Cualquier valor en la escala de deseo es válido, saludable y bueno; siempre y cuando no obstaculice nuestras vidas. Volviendo al ejemplo anterior, si deseo dos relaciones eróticas diarias no hay ningún problema, salvo que este deseo se convierta en una necesidad y me impida trabajar, estudiar o hacer mi vida para poder lograr esos encuentros eróticos. Pero esta dificultad podría experimentarla incluso deseando un encuentro erótico al año, si resulta que si no lo tengo me supone un problema. No es una cuestión de grado, sino de funcionalidad o disfuncionalidad.

¿Crees que hemos olvidado hablar de algo? Tenemos todo un nuevo año para responder más cuestiones y estaré encantada de recibir todas las preguntas y comentarios que quieras hacerme llegar. Mientras tanto, desea, disfruta y negocia siempre que sea necesario. ¡Ah! Y que tengas feliz día de Reyes.

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