Después de más de una año de trabajo os traemos esta fantástica entrevista. Teresa es, cronologicamente, mujer, médica, teóloga y monja. Pero además de esto también es feminista y polémica por sus modernas ideas acerca de la Iglesia y la evolución del mundo en general, incluyendo en estas su visión del “mundo” LGTB. Confío en que os va a encantar.
-Dando un repaso por su historial académico tenemos a una mujer que en 1990 se licencia en Medicina, en 1995 consigue la especialidad de internista, obtiene una beca de Harvard y prepara una tesis sobre “Implicaciones filosóficas y los retos del diálogo multicultural”. ¿Cuáles eran sus expectativas de vida en el momento en que eligió estudiar medicina? Deseaba quedarme en la universidad, combinando asistencia e investigación. Colaboré con el departamento de enfermedades infecciosas del Hospital Clínico de Barcelona y mi deseo era formarme en los EEUU para volver después a ejercer, investigar y dar clases en Barcelona.


En ‘Valores feministas emergentes’ reivindico el enfado, la indignación de las mujeres como algo positivo y en cualquier caso preferible a la tristeza o el desánimo. Algunos sacerdotes manifestaron que esto no les había gustado. En ‘La teología feminista en la historia’ (libro que acaba de publicarse este mismo mes en castellano) reivindico que desde la perspectiva cristiana debe considerarse a los varones tan capaces como las mujeres de amar y, por tanto, de responsabilizarse por las tareas de cuidado tanto de la casa como de las personas dependientes de la familia.
-¿Cómo puede pertenecer, siendo feminista, a una entidad totalmente machista que además no ha hecho ni un solo gesto de cambiar esta situación en 2000 años? Porque creo que el machismo no forma parte integral del mensaje cristiano sino que le es contrario. Y porque creo que la institución que conocemos con el nombre de Iglesia Católica puede y debe cambiar.
-¿Cómo cree que puede ayudar a las mujeres estando dentro de la Iglesia? La principal ayuda que las mujeres podemos ofrecernos las unas a las otras es la de mantenernos fieles a nosotras mismas, a nuestras experiencias de sentido y de felicidad, sin importar si son o no políticamente correctas. Esto es lo que intento hacer estando dentro de la Iglesia.
-Hace ya tiempo que expresó su apoyo a las mujeres que deciden poner fin a sus embarazados no deseados. ¿Es más importante la dignidad de una persona o la fe? La dignidad y la fe no pueden ser incompatibles. No puede existir la fe sin la libertad personal.
-Desde su visión feminista, supongo, también cabe el reconocimiento de los derechos de las mujeres lesbianas. ¿Qué le parecen los avances conseguidos por el colectivo LGTB en los últimos años? ¿Cree que son mejorables? En Berlín tuve la oportunidad de escuchar a la filósofa lesbiana Judith Butler criticar a los colectivos homosexuales mayoritarios por su aburguesamiento. Creo que el movimiento LGTB debe tomarse muy en serio estas críticas y no dejarse manipular por los valores de la sociedad de consumo, del usar y tirar. En este sentido me interesan las reflexiones ‘queer’ y de hecho en la Universidad Humboldt de Berlín estuve dando clases el curso pasado sobre teología queer.
-Existen estudios psicológicos que afirman que los niños y niñas criados por lesbianas y gays tienen una estabilidad emocional perfecta, la misma probabilidad de ser homosexuales y son mucho más tolerantes que el resto de niños. Sin embargo, hay otros estudios, la mayoría de universidades o entidades católicas como “el foro de la familia” que exponen todo lo contrario. ¿Dónde se posicionaría usted y por qué? Los estudios que conozco determinan que el grado de madurez, felicidad o estabilidad psíquica de una niña o niño no depende de la orientación sexual de sus padres sino solamente de la calidad del amor que reciba. A mi me parece que una pareja homosexual debe tener igual derecho a la adopción que una pareja heterosexual. Otra cosa distinta es concebir un hijo a sabiendas que uno de los progenitores no va a responsabilizarse de él o ella, que solamente va a pasarle los genes. Esto creo que es problemático desde el punto de vista ético tanto si la pareja que lo realiza es homosexual como si es heterosexual.

-En nuestro número del mes de diciembre cinco mujeres nos contaron su historia. Mujeres que entregaron su vida a Dios y en el convento se dieron cuenta de su verdadera orientación sexual. ¿Es esto más común de lo que nos hacen ver? Esto existe, mas no sé decir si es o no muy frecuente. Mi suposición es que la proporción de lesbianismo en los monasterios debe ser parecida a la proporción en la población general. En cualquier caso, lo importante tanto para la vida monástica como para cualquier otra forma de vida es la autenticidad y que lo que dices vaya de acuerdo con lo que haces.