Capítulo 2
Recorrí la sala con la mirada hasta dar con Lady Amanda, que yacía en el chaise longue. ¿Estaría dormida? Me deshice de las sábanas negras sin hacer ruido y apoyé los pies en el suelo de moqueta. Anduve varios pasos hasta situarme detrás de la mujer y alargué la mano para tocarla. Tenía curiosidad por saber cómo sería el tacto de su piel y cómo reaccionaría la mía al sentir ese leve roce. Tan pronto como eso ocurrió, Lady Amanda dio un respingo y se volvió para mirarme. Descubrí por primera vez el tono verdoso de sus ojos, permitiéndome perderme durante unos segundos.
—Me alegra que por fin estés despierta —dijo mientras cerraba el libro en el que estaba inmersa. No fui capaz de leer el título, probablemente por el deterioro de la cubierta.
—¿Qué me ha pasado?
—Te desmayaste y te llevé a la cama. Supongo que fue cosa de los nervios…
No sólo había quedado claro por mi apariencia que no sabía nada de aquel ambiente en el que me había metido, sino que también me había delatado mi propio cuerpo. Recordaba pedazos de lo que ocurrió con lentitud: primero sentí que hiperventilaba y luego vinieron las náuseas. Después de eso, negro. Sentí cómo volvía a sonrojarme y me dije que como mínimo tenía que salir de allí con dignidad.
—No estaba nerviosa.
—Vamos, Noe, siempre hay una primera vez —comentó restándole importancia—. Siéntate aquí.
Ni siquiera pensé en la orden que acababa de darme, ni en que tenía derecho a desobedecerla. Tan solo acorté la distancia que me separaba del chaise longue y tomé asiento en el borde, de espaldas a su cuerpo. No tenía claro qué sucedería a continuación y quizá fuera eso mismo lo que hacía que me excitara.
Noté cómo se incorporaba y después sus manos acariciando mi espalda y masajeando mis hombros. Cerré los ojos, dejándome llevar por las atenciones de la rubia. Lo siguiente que percibí fueron sus labios depositando suaves besos en mi hombro izquierdo y, si bien es cierto que al principio me hizo sentir incómoda, poco después me pareció notar que algo despertaba en mi interior.
—¿Estás más tranquila?
Se me escapó un gruñido al ver que se detenía. Acaricié la idea de pedirle que siguiera y que fuera a más, pero temía que de esa forma mis deseos salieran a la luz.
—Sí, gracias.
—No hay de qué. En la puerta derecha del armario hay dulces, deberías comer algo o volverás a desmayarte.
Asentí y me dirigí adonde me había dicho. Había sido muy específica dándome las indicaciones. ¿Qué se escondería tras las otras puertas? ¿Se trataba sólo de ropa o de algo más? Los interrogantes que flotaban en mi cabeza eran lo más estúpido que había pensado, pues era evidente que guardaba más cosas además de ropa. O quizá ni siquiera guardara ropa.
Al mismo tiempo, en mi mente se peleaban el bien y el mal. La idea de acudir a la cafetería había sido un plan de última hora y sólo había accedido para ser capaz de escribir un artículo sobre ese otro lado del sexo. Después de todo, había imitado lo que hacían los buenos periodistas: ir al lugar de los hechos e investigar. Pero también estaba experimentando más de lo que había planeado y tuve que reconocer que si me había saltado los límites había sido por ella.
Tiré del pomo de la puerta y me encontré con todo tipo de aperitivos, desde galletitas saladas hasta chocolatinas. Me hice con una barrita de muesli y retiré el envoltorio de plástico.
Seguí dándole vueltas a todo aquello. No me consideraba el tipo de chica que veía a una mujer atractiva y la perseguía hasta que conseguía terminar en su cama, pero con Lady Amanda sentía que me vería en la necesidad de hacerlo. A pesar de no conocerla en absoluto, me parecía interesante y enigmática, provocadora pero paciente, atenta sin ser demasiado agobiante. Por no hablar de la atracción que había sentido en cuanto se había sentado frente a mí hacía tan sólo unas horas.
Le di un bocado a la barrita, observándola de soslayo. Había seguido con la lectura y aproveché su distracción para fijarme en todos los detalles. En esta ocasión llevaba un batín rojo de seda muy elegante. Dejaba a la vista sus piernas pálidas e infinitas. No llevaba zapatos y podía ver las uñas de los pies pintadas de un rojo intenso. Incluso sólo con el batín seguía teniendo ese halo cautivador que tanto me gustaba.
Antes de terminarme el aperitivo, Lady Amanda se levantó del chaise longue y se acercó a mí. Se quedó a escasos centímetros de mi cuerpo, tanto que por un momento pensé en besarla. Debió leerme la mente, porque lo siguiente que noté fue un roce casi invisible de sus labios contra los míos, aunque se apartó con rapidez para mirar el reloj que colgaba de la pared.
—¿Qué?
—Sé que vendrás, Noe.
Se alejó y abrió una de las puertas grandes del armario. Entró y no volví a verla. Supuse que comunicaba con otra sala contigua a la que me encontraba yo. Cogí mis cosas y huí de allí, sin saber del todo bien cómo me sentía. Pero sí que había algo que tenía claro: tenía que volver al día siguiente.
Thais Duthie
Vaya vaya, Lady Amanda no decepciona… Y la inexperta Noé cae dulcemente en su tela de araña. Suave pero firme, como una pluma que se posa en el agua. Ahora mismo es así como se siente la periodista, frágil en manos de Lady Amanda..
Me gusta el matiz que forman las frases de esta novela.
Creo que nos queda mucho por descubrir sobre ambos personajes y sinceramente, me muero por descubrirlo…
Buen trabajo señorita Thais. Su novela Sigue ganando seguidores..
– Xx
Gracias, Edurne 😉
¡Espero no defraudarte!
Yo me pierdo con esta historia ,lady Amanda es abfnandkala….y Noe caerá loseh ah ajfnandkamw felicidades de nuevo esto es increíblemente atrapable ,:)
Me alegra que te guste, Isabella 😉
Ha estado genial, Thais! Enhorabuena por este capítulo dos. Lady Amanda, aparte de ser enigmática, es misteriosa.
Saludos!
¡Muchas gracias!
Lady Amanda esconde muchos secretos…