Las películas románticas ponen el listón muy alto a la hora de encontrar el amor. ¿Quién no ha soñado con que alguna de esas historias se hiciera realidad en nuestra propia vida? Desgraciadamente, el amor no es tan de color de rosa como nos pintan.
Tengo mala suerte en el amor. Mira que estoy cansada de ver una y otra vez películas románticas en las que el amor verdadero surge en la cola del supermercado, en una galería de arte, en la presentación de un libro o en la parada del autobús y a mi no me pasa nunca.
En apenas quince minutos ambos están perdidamente enamorados el uno del otro, planeando como llevar a cabo una boda maravillosa y rodeados de niños.
Con la de años que llevo yo yendo semana tras semana al súper y nada. Será que en ningún momento se me ha caído una lata de sardinas al suelo y por eso no ha surgido, de repente, mi alma gemela de entre las estanterías para ayudarme a recogerla. No quiero pecar de sabidilla, pero sé que en ese instante hubiera rozado mis manos y me hubiese mirado a los ojos para decirme que era el amor de su vida. Pero no ha sido así.
Tampoco me he chocado con nadie en una cafetería y le he derramado todo el café ardiendo encima. ¡Vaya fallo!, ya que eso es lo que hubiese provocado que, en un santiamén, saltase la chispa para que esa persona se diese cuenta de que yo era la mujer a la que siempre había estado buscando.
Es una verdadera lástima que cuando visito algún museo, por mucho tiempo que pase delante de un cuadro, jamás se me haya acercado nadie invitándome a escapar de allí en su avión privado. Creo, que esto se debe a que me faltaba la copa de vino blanco en la mano. Pero es que siempre me requisan la botella en el control de entrada. ¡No es justo!
Y, cómo no, la famosa parada del autobús, sobre todo en un día lluvioso. Esa es la mejor ocasión para encontrar el amor. Especialmente si el fuerte viento te destroza el paraguas y pasa un coche a toda velocidad y que te salpica por completo, de arriba abajo, y te quedas con todo el pelo lacio pegado a la cara. Es una pena que nunca me hayan sucedido esta serie de acontecimientos todos juntos porque estoy convencida de que en ese preciso instante hubiese aparecido una gran limusina negra y un apuesto galán, o una bella dama, hubieran abierto la puerta invitándome a subir. Una vez dentro tomaríamos champán y caviar y terminaríamos haciendo el amor en una paradisíaca isla en las Bahamas.
En fin, tampoco he comido manzanas envenenadas, ni he tenido una malvada madrastra ni dos hermanastras que me hiciesen la vida imposible, ni he mandado un email equivocado, ni he sido prostituta de alquiler por una semana para un millonario, ni he tenido la suerte de quedar atrapada en un edificio rodeada por las llamas para que un apuesto bombero o una dulce enfermera estuviesen a mi lado al abrir los ojos y de sus labios pudiese escuchar ese famoso “me enamoré de ti nada más verte”. Por lo que si me baso en todos estos hechos una de dos ¿tengo mala suerte en el amor o dejo de ver películas románticas?