Lesbiana escapa de Rusia en velero y navega hasta Canadá para estar con su novia

Hace un par de semanas mientras mataba el tiempo en Twitter, una historia me llamó la atención: “Lesbiana escapa de Rusia en velero y navega hasta Canadá para estar con la mujer que ama”. Cuando leí el artículo, me sorprendió que la historia fuera muchísimo mejor que el titular y sobretodo que pasara hace 10 años, en la era de la información y nadie nos hubiéramos enterado.

Esta es la historia de Elena y Meg, y su escape de Rusia. Elena es una joven Rusa de Ivanovo, a 250 km al este de Moscú. Es 2006 y aunque todavía no se ha aprobado la ley Rusa Antigay, hay una brecha de género muy grande. Siguiendo un camino previamente marcado, Elena termina sus estudios, consigue un trabajo y cuando alcanza la mitad de la veintena, comienza la presión de su entorno para que se case y tenga hijos.

Elena

“Nunca quise estar con un hombre, sabía esto desde el principio, y por su puesto, no quería casarme, pero el problema era que mi familia, y prácticamente todo el mundo a mi alrededor, me estaba forzando a salir con hombres, y con el tiempo me emparejaron con uno”

Esconder su sexualidad parecía la única forma de Elena de llevar una vida normal y seguir estando rodeada de sus amigos. Su madre jugó un papel muy importante en su vida; se preocupaba de que Elena no se saliera de la ruta establecida y la empujaba al camino “correcto”, llevar tacones, maquillaje, pintarse las uñas y parecer una “mujer”.

Después de mucha presión, Elena empezó a salir con un compañero de trabajo.

“El se acercó primero, y yo le dejé ir más lejos, para complacer a mi madre, y también porque no había otro camino para mi, que no fuera salir con un hombre y tener una familia con el. No tenía agallas para hacer las cosas de otra manera”

Sus días pasaban entre casa, el trabajo y su vida diaria con su nuevo novio, hasta que un día empezó a chatear en Internet con una mujer Canadiense llamada Meg. Comunicarse con extranjeros era la forma de Elena de escapar de su pequeño mundo, sentirse libre para ser ella misma, sin el miedo a ser juzgada. Meg se convirtió en su confidente, en su modelo a seguir.

“Meg puede hacer de todo, es música, toca el piano, vuela en aviones y navega en barcos… Para mi era una mujer increíble, simplemente me dejaba pasmada todo lo que podía hacer, y por supuesto, me enamoré de ella al instante”

Mientras su correspondencia con Meg continuaba, Elena se alejó de su vida en Ivanovo. De cara al mundo su vida era como antes, con su trabajo, su vida en familia y su novio, pero de vuelta a casa, delante de la pantalla de su ordenador, Meg le estaba dando la fuerza para rebelarse y alejarse de su vida.

Meg y Elena

LA HUÍDA

Después de seis meses chateando, decidieron encontrarse en Kiev, Ucrania. Para no crear ninguna sospecha, Elena, le dijo a sus padres que se iba a pasar el fin de semana, para ir a la ópera con una amiga Canadiense, pero sus planes fueron muy diferentes. Empaquetó una maleta pequeña, consciente de que esta era su vía de escape, y de que probablemente nunca vería su ciudad natal otra vez. Su huída no solo sorprendió a su familia, también a Meg.

“Ella no sabía que me iba a ir para siempre. Ella pensaba que íbamos a Kiev, para ver si realmente estábamos enamoradas, y si de verdad lo estábamos, podría con el tiempo emigrar a Canadá si quería. No teníamos ni idea de que tendríamos que huir a Canadá”

Elena y Meg se conocieron por primera vez en el aeropuerto de Kiev. Más de diez años después de ese día, Elena no puede contener las lágrimas recordando ese momento.

“Cuando aterricé en el aeropuerto y me di cuenta que solo unos metros me separaban de Meg… Solo unos metros, sabes, habíamos estado esperando ese momento tanto tiempo, cuando la ví, allí de pie, en la multitud. No se explicar como me sentí, pero estaba tan nerviosa que apenas era capaz de entender lo que ocurría a mi alrededor”

El nerviosismo y la felicidad de estar juntas no duró mucho. Después de unos días en Kiev, Elena empezó a recibir las primeras llamadas, primero de su madre, después de su novio. Su vida en Ivanovo parecía reclamarla, pero esta vez Elena no estaba dispuesta a esconder la verdad. “Mi madre me decía que volviera a Ivanovo y yo le decía que no volvería por que eso significaba no volver a ver a Meg”.

Después de muchas discusiones por teléfono, llegaron a un acuerdo: su madre le dejaría vivir su vida, pero no antes de haberla visto una vez mas en Kiev.

“Ella nos tendió la trampa en la estación de Kiev, no tenía ni idea de que mi padre estaría allí también. Meg y yo pensábamos que solamente veríamos a mi madre para hablar, y eso sería todo, pero ella trajo a mi padre y el nos atacó”

“Me cogieron de ambos brazos y me llevaron a un McDonalds cerca de la estación de tren. Mi padre estampó tres billetes en la mesa y dijo “te vienes con nosotros a Ivanovo.” Era un ultimátum, y fue la primera vez que estuve en desacuerdo con ellos en toda mi vida.”

El hostil encuentro inicial con Meg, se transformó rápido en una pelea real entre los padres de Elena y la joven pareja. Los cuatro fueron llevados a la estación de policía más cercana para aclarar el asunto. Sorprendentemente la policía se puso de pare de las dos mujeres y las protegió de los padres de Elena, que derrotados volvieron a Rusia. Pero en un descuido de Elena, se habían llevado también su pasaporte. Sin documentación en un país extranjero, la única opción viable sería volver a Rusia, pero Meg no iba a abandonar tan fácilmente.

“Después de que nos diéramos cuenta de que había desaparecido mi pasaporte empezamos a planear como podríamos escapar y pedir protección en Canadá, fuimos al consulado en Kiev, pero el cónsul recomendó a Meg volver a casa, diciendo que no podría hacer nada por mi hasta que estuviera en suelo canadiense. Solo entonces podría pedir protección el estatus de refugiada”

Gracias a una de las pocas amigas que me quedaban en Ivanovo, Elena pudo recuperar su pasaporte “Ella me dijo que estaba feliz por mi, se las arregló para traerme el pasaporte a Odessa, para que pudiera viajar”

Una vez recuperó su pasaporte, las dos fueron a Turquía, donde Meg había encontrado una manera ingeniosa de llegar a Canadá. Meg hipotecó su casa en Canadá y compro un velero. Durante los dos meses que les daba su visado en Turquía, Elena fue a clases de navegación, mientras Meg preparaba el velero para navegar lejos de la costa. Dos meses después estaban navegando en mar abierto.

Meg había planeado el viaje meticulosamente con la comida y el agua necesaria para un año de viaje. Ella se preparó para lo peor, que no les dejaran atravesar el canal de Panamá. “Porque a los Rusos no se les permite entrar en muchos países sin visado, planeamos el viaje sin paradas” dice Elena.

Cruzaron el mediterráneo desde el este hasta el oeste, sobrevivieron a un huracán en el Atlántico, y cruzaron el mar del Caribe antes de llegar al Océano Pacífico a través del Canal de Panamá.

“La peor parte fue en el Norte del Pacífico. Antes de eso, no había visto a la naturaleza ser tan sombría y amenazadora. En mar abierto, a cientos de millas de la costa de America del norte, nos encontramos en las peores condiciones que habíamos experimentado. En muchas ocasiones pensamos que no lo conseguiríamos, y una vez tuvimos que volver hacia el sur por nuestra seguridad, pero finalmente llegamos a una longitud donde el viento no soplaba más al noroeste y de nuevo nos dirigió a la isla de Vancouver, a Canadá.

Después de 10 meses, dos mares y dos océanos, la pareja llego a Canadá en Abril de 2007. “Cuando llegamos, estaba todo muy tranquilo, eran las dos de la mañana, simplemente atracamos el barco en el “Yacht club” y no había nadie. Ahí estaba la ironía. Habíamos completado este viaje increíble y no había nadie para recibirnos. Estaba muy silencioso. Realmente no necesitábamos nada, solo queríamos dormir, descasar y empezar a vivir nuestras vidas en tierra firme”

Desde ese día de abril han pasado diez años, en los cuales Meg y Elena han hecho del Océano su hogar. Hoy, Meg y Elena viven en el mismo velero que les trajo desde Turquía. Meg tuvo que vender su casa en Victoria a causa de los gastos del viaje (49.000$ en impuestos por la compra del velero) y actualmente trabaja como programadora autónoma. Elena escribió un libro en ruso (Talkingto de Moon) sobre su historia de amor, su huída de Rusia y su determinación de contar su historia a tanta gente como fuera posible, esperando dar a otras mujeres la esperanza y fuerza necesaria para cambiar sus vidas, de la misma manera que Meg la ayudó a ella. La pareja pasa la mayor parte del tiempo viajando, disfrutando de la naturaleza y descubriendo nueva gente y lugares.

“Ella está navegando conmigo, viajando por el mundo, mira lo que pasa… ¿Cómo explicar una vida en unas pocas palabras? Déjame que la mire, no se, es una persona increíble. Mientras esté con ella, soy feliz” dice Elena, mirando a Meg en la otra habitación.

Podéis saber más de su historia, en su propia página web, hay una entrevista a Meg sobre su motivación para emprender ese viaje con Elena, también noticias actuales y sus problemas para renovar el visado de refugiada de Elena en Canadá:

www.cadenza.ca/index.php/en/talking-to-the-moon-en/

He traducido prácticamente en su totalidad este artículo (con alguna licencia) de este: http://www.prospektmag.com/2017/05/escaping-russia-canada-forbidden-love/

Por Alba Casamayor

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