A besos se solucionan a veces los problemas. O eso debieron de pensar las parejas que el pasado 6 de diciembre se movilizaron en la puerta de un Burger King de Madrid para besarse. Besos entre personas del mismo sexo, en protesta a que unos días antes, el vigilante de seguridad del negocio de comida rápida expulsase del local a dos hombres que se besaban. Según recogían los medios, a una pareja heterosexual le había parecido poco decoroso que dos hombres se dieran un beso delante de sus hijos. Suponemos que el beso era lo de menos, el amor entre dos personas del mismo sexo era lo que les molestaba; no fuese a ocurrir que a sus hijos se les pegase algo… La noticia resulta “curiosa” entre quienes aún piensan que esto de la homosexualidad es una “tendencia”, un modo de llamar la atención, una moda que “ya pasará”. Y se vuelve desagradable para quienes rechazan la homosexualidad pensando –sí, aún hoy en día– que es una patología, un pecado o una forma asquerosa o antinatural de relacionarse.
Porque sí, lamentablemente aún hay quienes así lo piensan. Y están más cerca de lo que creemos. Hace tan sólo unos días, la activista Giniveth Soto fue asesinada en Venezuela.
Amar sin miedo al rechazo
Es complicado decirle al mundo que quieres compartir tu vida con una mujer cuando una parte del mundo todavía siente rechazo. Aún hoy, siglo XXI, a punto de comenzar el año 2015, hay jóvenes (y mayores) que se suicidan por el miedo al rechazo, y adolescentes que se meten en la cama de quien la sociedad les marca porque no fueron educados con una sana y libre sexualidad; mujeres y hombres que viven aniquilados en una vida que difiere de la que sueñan porque no saben cómo afrontar el miedo al rechazo. Aún hoy hay madres y padres que les dicen a sus hijos que a ver cuándo se les pasa “eso”, que los echan de casa, que los desprecian o que les hacen sentir mal por ser quienes son, por sentir amor, por ser coherentes con sus sentimientos. Mujeres que se inventan un novio en el trabajo para que a la discriminación por ser mujer no se le sume otra por ser lesbiana.
En junio de este año, la eurodiputada del partido austriaco Los Verdes Ulrike Lunacek, presidenta del intergrupo del Parlamento Europeo sobre los derechos LGBT y creadora del informe Lunacek, fue rociada con ácido butírico durante la Marcha del Orgullo LGTB de Viena. Otro ataque homofóbico ocurrió contra la cantante Julieta Venegas, quien fue agredida en la ciudad estadounidense de Sacramento porque sospechaban que era lesbiana.
Discriminación que llega también al ámbito laboral, uno de los espacios donde más se oculta la opción sexual. La periodista Isabel Quintairos denunció que tras trabajar durante 17 años en la COPE de Galicia, en 2007 reveló que era lesbiana y pidió una excedencia, pero cuando quiso volver a su plaza, la radio la despidió.
Malas noticias no sólo para el colectivo LGTB, sino para una sociedad que aún no ha aprendido a quererse y a respetarse a sí misma. Por ello provoca alegría y satisfacción comprobar que la visibilidad también da pasos, a veces, de gigante. Al mundo LGTB, que no es otro que el mismo mundo que el de los heterosexuales, le alegra saber que las chicas lesbianas salen a la calle, salen de esos armarios que siempre asfixian, y se pasean de la mano de su compañera sin temor a las malas caras y a comentarios que parecieran sacados de libros del siglo XVIII. No es un acto de exhibicionismo sino de compromiso el decir: “Soy mujer y amo a una mujer”. Y 2014 ha sido también un año en el que el colectivo LGTB, y las mujeres en concreto, se han hecho un poco más visibles.
Más libres fuera del armario
La miss Patricia Yurena entregó la corona arropada por su novia Vanesa Klein. Jodie Foster y Alexandra Hedison se casaron el pasado mes de abril tras un año de relación. En España se ha pasado de los coletazos cada vez más claros de Sandra Barneda a la normalidad de Susi Sánchez, que este año fue una de las actrices nominadas a los Premios Goya, y que nunca ha escondido su relación con la también actriz Consuelo Trujillo.
Además, y afortunadamente, la visibilidad comienza a hacerse un hueco (pequeño aún) en campos como la política. Este año conocíamos a Maite Oronoz Rodríguez, la primera mujer lesbiana en el Tribunal Supremo de Puerto Rico, y a Lynne Brown, la primera ministra lesbiana de Sudáfrica, además de la primera mujer homosexual en un cargo público en un continente que sufre una violenta ola de homofobia. En España, la diputada socialista Ángeles Álvarez salió del armario convirtiéndose en la primera diputada del congreso abiertamente lesbiana.
Positivas y necesarias son también las noticias de que en otras culturas, originalmente más reticentes a la homosexualidad, se evolucione. El pasado noviembre, el mundo entero se embelesaba con las fotos que Steph Grant hizo de una boda hindú celebrada en Los Ángeles entre dos mujeres, una de origen indio y otra americana, Seema y Shannon. Por su parte, el pasado agosto, Maryam Iranfar y Sahar Mosle se convirtieron en las primeras lesbianas de Irán que se casaban por el rito musulmán, un país en el que la homosexualidad se castiga con pena de muerte. La pareja contrajo matrimonio en Suecia.
Acaba el año y lo hacemos reivindicando más besos y menos miedo. Más respeto y menos cuchicheo. El del Burger King no es el único beso en contra de la discriminación. También en Buenos Aires se convocó una ‘besada’ ante una pizzería de la que dos chicas habían sido expulsadas por besarse. La misma historia, al otro lado del Atlántico.
Ese es el motivo, y no el del espectáculo, de por qué las mujeres lesbianas sienten la necesidad de ser visibles, para evitar que se repita la historia de la adolescente que llora en su cuarto porque siente atracción por su amiga y se siente por ello un bicho raro. La ‘armarización’ no es sana porque la vida solo puede vivirse desde el respeto y la libertad.
Preferimos concluir este repaso por la visibilidad con una de las noticias más bellas que nos deja 2014, la de dos mujeres que se casaron después de una relación de 72 años. Vivian Boyack, de 91 años, y Alice ‘Nonie’ Dubes, de 90, se conocieron en la Universidad de Yale, Iowa, donde crecieron, y se trasladaron a Davenport en 1947. Han contraído matrimonio este pasado otoño, demostrándonos que el amor no entiende ni de sexo ni de edad, sino de corazón, cabeza y alma.
Patricia Gardeu
Es hermoso, sus palabras siempre me hacen sentir seguridad acerca de mi sexualidad gracias por sus palabras 🙂