A pesar de que la vida para Johnny y sus amigos a principios de los años 50 en el pequeño pueblo de Apple Valley parecía encaminada a no tener nada original que reseñar, la casualidad, el destino y la suerte (ya sea la buena o la mala) darán un giro maquiavélico a su pequeña existencia provocando que un accidente desafortunado cambie el rumbo de sus vidas. Y, ¿qué puedes hacer contra una maldición que se empeña en destrozarte poco a poco mientras compruebas que de nada sirve todo lo que haces?, ¿qué puedes hacer cuando descubres que has matado a una pequeña india paiute y que las consecuencias de ello son tu propia muerte?, ¿qué puedes hacer cuando descubres que la única persona que puede ayudarte es Elisabeth, tu hermana, una a la que hace cinco años que no ves porque tuvo que huir de aquello que conocía debido a su condición sexual?
Un viaje desesperado a San Francisco, narrado en primera persona a través de los ojos de quien se sabe ya desahuciado, en busca de respuestas y huyendo de la mismísima muerte junto a Sandra, la antigua pareja de su hermana, es lo único que les queda a Johnny y a sus amigos para poder escapar del oscuro agujero en el que se han metido.
¿Quiero verlo? ¡No necesito verlo! ¡Pero tengo que verlo! Una especie de curiosidad morbosa me pega un empujón brusco haciéndome caer de bruces sobre el suelo.
Mado Martínez, que cuenta con una trayectoria escritural envidiable, tiene en su haber más de diez obras publicadas que cuentan con géneros tan dispares como la lírica, la ciencia y la ficción. Quienes hayan leído con anterioridad a esta autora ya conocen su obra, la intriga que proyecta, el misterio que consigue, la tensión que acumula y la sensualidad que alcanza en sus descripciones, y quienes no hayan tenido la oportunidad de leerla, ahora pueden comenzar con esta novela publicada únicamente en formato digital. Quienes ya la hayan disfrutado en el resto de sus obras sabrán que no tiene pelos en la lengua a la hora de dar cabida a los más bajos instintos dentro de sus textos y quienes no lo sepan quedan avisados de esto, eso sí, lo hace con una elegancia a la que muy pocos escritores pueden aspirar y en ocasiones tan contadas que jamás harían que cayera en lo desagradable. De hecho, esos toques junto al ritmo trepidante de la novela y sus detalladas descripciones de sentimientos o sucesos son los que hacen que la musicalidad de la obra sea tan variopinta que no puedas aburrirte ni dejar de leerla. Además, la autora va dejando pequeñas dosis de poética a lo largo del libro que edulcoran a la par que demuestran los verdaderos sentimientos de sus personajes:
—Ayer le dije a tu hermana que la quería —me dice Watson mientras voy rengueando a su lado de camino al coche.
(…)
—Bueno —De veras tengo ganas de acabar con la conversación. En general soy muy cotilla y tendría que estar disfrutando de estas confesiones pero ahora mismo no estoy para nadie.
—¿Bueno? No, de bueno nada. Decir te quiero es lo más parecido a disparar. Si eres tú el primero en apretar el gatillo más vale que no falles el tiro… —dice Sandra.
Esa frase, así como muchas otras, deja entrever el magnífico don que tiene esta escritora a la hora de expresar sentimientos.
Como ya viene siendo común en las novelas de Mado Martínez, La Maldición te lleva de viaje también hasta el espectro musical y cinéfilo del momento en el que se narran los hechos pudiendo escuchar, si tienes un poco de imaginación, los acordes de las canciones que aparecen entre los párrafos. Desde Elvis hasta Etta James.
En definitiva, estamos ante una novela corta que bien pudiera ser una realidad ficcionada de velocidad vertiginosa que es capaz de trasladarte hasta los años 50 de un pequeño pueblo que mira más por las apariencias que por la felicidad de sus propios hijos y que consigue empujarte, junto a sus protagonistas, desde esa tranquilidad suprema hasta el misterio más arrollador, sobrenatural y peligroso que puedas encontrarte tras lo que parecía una típica noche de copas con los amigos.
Irene García Terol, Universidad de Alicante