Finalista “Tu pluma me pone” – Tormenta de verano

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Después de una hora bordeando pueblos por carreteras empedradas y oscuras me di cuenta de que estaba perdida. Sólo a mi se me ocurría salir de viaje Madrid-Santander en plena noche por un ataque de celos. A causa de tanta discusión telefónica con la histriónica de mi novia, mi móvil se había quedado sin batería y, para mas énfasis, el panel de control de mi pequeño Wolkswagen llevaba avisándome de que necesitaba repostar desde que perdí el sentido de la orientación. Fijando la vista en busca de algún indicio de vida a mi alrededor para pedir ayuda antes de que fuera demasiado tarde, sentí los pedales rígidos y anduve un par de metros a trompicones hasta que mi coche paró. Me ardía la cabeza y en los ojos me escocían las lágrimas que querían salir. Bajé del vehículo blasfemando y propinando patadas a las ruedas, a las piedras del camino, al aire… llenándome de tierra, sintiéndome furiosa, sola, incomunicada, perdida… Me recosté en el asiento de atrás esperando que algún alma caritativa pasara por allí.

De repente me vi deslumbrada por unos faros de luz. Fue todo muy rápido, antes de poder incorporarme sentí un golpe delantero, mi coche desplazándose ligeramente, unos pasos corriendo hacia mi, la puerta abriéndose y unos brazos fuertes de mujer zarandeándome mientras una voz torrencial me gritaba:

¡Estás loca! ¡Podría haberte matado! ¿Qué pasa que no te han enseñado a poner triángulos?

Miré a la desconocida que tenía frente a mí, aún conmocionada por la catastrófica sucesión de acontecimientos de las últimas horas; tenía el pelo corto con las puntas peinadas hacia arriba imitando un tupé y los labios de cereza. Llevaba un pañuelo con estampado de leopardo adornando su esbelto cuello, lucía un top blanco de tirantes que dejaba intuir la ausencia de sujetador, unos shorts deshilachados daban paso a unas largas y fibrosas piernas y unas rudas botas negras desentonaban con su mirada de avellana. En su muslo izquierdo tenía un enorme tatuaje de dos mujeres estilo pin-up enlazadas en un beso. La misma voz potente de antes, esta vez más suave, me sobresaltó:

―Hey, rubia, ¿estás bien?

Me eché a llorar contándole lo sucedido, incluido el episodio psicótico con mi novia hasta que me interrumpió con gesto irónico:

¿Me ves cara de psicóloga? Me llamo Andrea. ¿Y tú?

Avergonzada le tendí la mano.

Me llamo Elisa, mmm, lo siento.

En vez de estrechar mi mano, la cogió y se puso a inspeccionarla sin el menor disimulo:

Vaya Elisa, encantada, eres la primera lesbiana que conozco con las uñas tan largas.

Totalmente desconcertada aparté la mano sin poder dejar de mirarla. Era realmente grosera, pero increíblemente atractiva.

Perdona, princesita.

Prosiguió examinando mis sandalias de tacón color coral con gesto divertido

¿De qué palacio te has escapado?

Fulminándola con la mirada y casi escupiendo las palabras grité:

¿Y tú? ¡Si pareces recién sacada de una película porno de Onix Babe!

Comenzó a levantarse algo de viento y se puso a chispear. Los pezones de Andrea se activaron y yo, a pesar de todo, no podía dejar de mirar su escote turgente. Creo que ella se dio cuenta porque me sonrió de forma pícara y las dos nos vimos sacudidas por carcajadas liberadoras.

Vaya manera de conocernos le dije y, de manera casi involuntaria, se desprendió de mí mi mejor sonrisa. Enrollando un dedo en uno de mis tirabuzones dorados me susurró al oído:

Deberíamos llamar a una grúa. Me estremecí al sentir su aliento cálido en mi oreja, esa mujer era una seductora nata.

Al apartar su cabeza, nuestras narices se rozaron, vi cómo se inclinaba para besarme, me moría de ganas pero… si ella quería jugar, yo también, así que en el momento en que nuestros labios estaban a punto de culminar un beso me aparté ligeramente y metí la mano en el bolsillo de su pantalón hurtando su teléfono móvil.

Sí, debería llamar cuanto antes. Me alejé, marqué el número y, mientras hablaba con un operador, le guiñé un ojo.

Me sonrió, le sonreí, una gota de agua cayó de su pelo hasta su busto, deslizándose lentamente entre sus senos hasta desembocar en su ombligo, una fuerza magnética me poseyó, dejé caer el móvil al suelo y corrí hacia ella ciega de deseo, me agaché y le retiré el agua intrusa del ombligo con la lengua. Poco a poco fui recorriendo su barriga tatuada con la boca hasta llegar a sus pechos, escuché un pequeño gemido cuando levanté su top y, juntando esas montañas de mi tentación con las manos, comencé a succionarle los pezones. Su respiración cada vez se hacía más intensa, la mía también. En un abrir y cerrar de ojos me hice con el poder de su pañuelo y, mientras mordisqueaba su cuello, le até las manos y la empotré contra el lateral de su Mini Cooper, enredando mis dedos entre su sedoso cabello color ceniza y, pidiéndola que estuviese muy quieta, pasé mi lengua juguetona por sus labios carnosos en una dulce tortura hasta que nos enredamos en un beso de fuego que nos cortó la respiración a ambas. El mundo giró sobre nosotras.

Presa de la lujuria la coloqué de espaldas a mí contra el capó del coche

¡Madre mía! exclamó excitada. ¡Gracias por no haber puesto triángulos!

Reí mientras le bajaba el pantalón y el tanga y hundía mi dedo anular en su sexo empapado una y otra vez, acariciando su clítoris con el pulgar. Cuando sus jadeos se convirtieron en gritos de placer y noté su interior palpitando alrededor de mis dedos, dejé caer mi vestido al suelo y deslicé mis pezones erectos por su espalda mientras colocaba mi vulva en su trasero y comenzaba a frotarme con fuerza.

Para me suplicó entre suspiros. Ahora me toca a mí.

La desaté, me observó libidinosa:

Princesita, voy a hacer que te acuerdes de este polvo toda tu vida.

mirales.es Seguidamente me cogió en brazos, cruzó el arcén y me tumbó con cuidado en un terreno de césped besándome con dulzura, pasando sus labios por mi cuello y su lengua por mi pecho. Estaba mas excitada de lo que había estado en mi vida, totalmente mojada y con la vagina palpitante, abierta, esperando el mínimo roce en ella para estallar. Sus hábiles dedos comenzaron a acariciar mis pezones mientras su experimentada lengua trazaba círculos en mi clítoris haciéndome llegar al orgasmo de manera inmediata. Volvió a darme un beso, esta vez salado, abriéndome las piernas, colocando su sexo sobre el mío, moviendo las caderas al compás de las mías, introduciendo un dedo en mi ano provocando que mi cuerpo se sacudiera en otro orgasmo mientras el agua de la lluvia, ahora más abundante, intensificaba el roce de nuestra piel, el tacto de labio con labio y ahogaba los alaridos de placer.

Aráñame la espalda me susurraba entre gemidos.

Acabamos extasiadas, desnudas una al lado de la otra, envueltas en la combinación de olor a tierra mojada y la particular fragancia que había creado la fusión de nuestra piel. Ajenas al frío de esa noche cántabra de verano, me abrazó, la besé y le abrí una pequeña puerta a mis pensamientos:

Eres como una tormenta de verano, desconcertante, desafiante, fuera de contexto pero absolutamente necesaria, has refrescado mi vida.

Aroa Rafael Cintas

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4 comentarios en “Finalista “Tu pluma me pone” – Tormenta de verano”

  1. cudi y la cabaña mágica (grupo)

    Leyendo de acampada los relatos del concurso,unánimemente cuatro amigas creemos que el tuyo merece ser el ganador.su lectura es fluida,el contexto atractivo y sensual.Decepcionadas por el nivel de los seleccionados,compartimos tu “consternación”.Ánimo y confía en tu talento!.

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