Cuando mi ex novia Marta y yo tuvimos nuestra segunda cita, me llevó a jugar bingo. Aunque suene poco romántico (y lo es), la verdad es que me divertí mucho. Jamás había estado en uno de esos curiosos espacios en los que predomina la vida humana engendrada en los años 30 y 40, el silencio y la concentración máxima motivados por el deseo común de todos: ganar.
No puedo decir que me enganché al bingo, pero sí nos gustaba ir cada cierto tiempo a probar nuestra suerte. La mía bastante esporádica. La de Marta bastante frecuente. Es un don natural. Marta tiene buena suerte en el juego y buena suerte en el amor. Yo… lo cierto es que depende. Me apasioné por el tema de la “suerte”, por los juegos de azar donde en realidad ganar o perder no depende de mí habilidad, sino que justamente del azar. Determinados por la probabilidad estadística de acertar en la combinación elegida.
Marta y yo, como buenas lesbianas, somos en la actualidad grandes amigas. Muchas veces nuestras quedadas a tomar unas cañas acaban en cinco o seis cartones.
La ruleta y el blackjack fueron mis primeras pasiones. El póquer pasó a ser luego uno de mis enamorados. Al comienzo me costaba un poco parar, quería jugar cada día. Es entretenido y no te mueves de casa. Es legal. Carlota, mucho más experimentada, me ayudó a ponerme mis propios límites.
Me gustan los juegos de azar, me gusta disfrutarlos en pareja, pero sobre todo me gusta el símil que tiene con la vida real, donde ganar o perder depende de la habilidad de las jugadoras, nuestra habilidad para calcular posibilidades que se relacionan siempre con el azar.
Poner a prueba la habilidad para reducir la probabilidad de resultados desfavorables y aumentar los que queremos mediante nuestros actos.
Hay días que se gana, días que se pierde. ¿Cómo en la vida, no? Lo importante es tener autocontrol, es fácil dejarse arrastrar por los buenos días, pensando que lo ganarás todo. O dejarse arrastrar por los malos, intentando torcer la suerte en su cara más negra. Equilibrio. Eso es lo que buscamos. En la vida, en el juego y en el amor.