Dulce María Loynaz y María Cinta Montagut

Piedad Bonnett
Piedad Bonnett

Sólo puedo escribir de amor…
por Piedad Bonnett

Sólo puedo escribir de amor.
Salgo a la noche
respiro su aire tenso, sé que vivo.
Con su canto monódico me seducen los grillos.
Y es la noche sin ti lo que yo escribo.
En el verso me abstraigo.
y allí el amor es sangre y meteoro,
es la espada que hiere, es sal y madrugada.
Breve es, y bello y mentiroso,
y eterno y falso y dulce y verdadero.
Y yo sólo sé hablar de la tormenta
que estalla entre tus besos.
Ebria y multicolor
en anodinas calles la ciudad multiplica
mil rostros pianos y una sola mueca,
y abre sus tristes puertas a la noche.
Todo está allí para que la palabra
aprese un llanto, un árbol, la monstruosa
soledad de sus calles vocingleras.
Y yo tan sólo escribo
de la tarde sin ti y de mi tristeza.

 

Tú, paz mía
por Dulce María Loynaz

Tú, paz mía…
Aceite sobre mi mar en remolino,
gusto, sal de mi vida.

Tú, espejo milagroso
que no reflejas mis tinieblas
y reflejas la luz que ya no es mía…

Tú, jazmín dormido,
estrella descolgada
para mi cielo tan vacío.

 

Sucede
por María Cinta Montagut

Sucede
que el amor no se inventa.
Llega un día cualquiera,
como el invierno o las tormentas,
porque sí
o, quizá, porque no
y todo tiembla bajo la piel.
Sucede
que el amor no se inventa
pero eso lo sabemos siempre
después.

 

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1 comentario en “Dulce María Loynaz y María Cinta Montagut”

  1. Soneto de bodas

    Yo me case contigo sin que me lo notaras.
    Ni siquiera el aroma de flor enardecida.
    Ni el eco de los pasos moldeandonos las caras
    Ni el tono de lo los petalos, ni la vela encendida.

    Me case tan rotunda como un faro de luto.
    que hasta la sangre llora la palabra completa.
    Testigos en la esquina diametral del planeta
    escondidos acaso con su voz de tributo.

    Y me tomaste inquieta como viento enlazado
    sin un roce, sin prisas, con ardor delicado
    sin saberlo, entre pieles de lo que yace muerto.

    Y esta boda sin cuentos fue un ramaje caido.
    te casaste conmigo sin habernos vivido
    y mis manos se atascan como un velo desierto.

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