Diario de nuestro tratamiento en IVI: Paula, Amaya y el sueño de ser mamás

Capítulo 1. “¿Y si lo intentamos?”

Paula tiene 37 años. Amaya, 39. Llevan tres años y medio juntas, dos mudanzas, un cambio de comunidad autónoma, una gata adoptada y muchas conversaciones a medianoche sobre si era “el momento”.

—“Yo siempre tuve claro que quería ser mamá, y cuando conocí a Paula me imaginé que seríamos madres por ROPA. Un poco de cada una, me emocionaba la idea de las dos participando, poder aportar mis óvulos y que ella llevara el embarazo, ya que por algunas cosas de salud no era recomendable que yo me embarazara”, dice Amaya.

Paula tardó un poco en encontrar su instinto materno, pero en febrero, después de una cita de San Valentín, dijo “sí” a su chica. 

Y así pidieron su primera cita en IVI Madrid. 

Capítulo 2. La primera cita en IVI y el pack Mamás2”

Entraron emocionadas, con las manos entrelazadas. IVI tiene algo que el resto de clínicas no: el pack mamás2, un estudio completo de la fertilidad de dos mujeres que están en una relación.

Los análisis fueron claros y contrarios a la idea general: Amaya tenía baja reserva ovárica, y sus posibilidades eran muy escasas. Se abrazaron en silencio en el coche, después de escuchar al médico de IVI.

“¿Y si lo intentamos solo con mis óvulos?”, propuso Paula, con miedo de sonar egoísta.
—“Mientras seas tú… será nuestro”, le respondió Amaya.

Y así decidieron comenzar una fecundación in vitro.


Capítulo 3. Comienza la estimulación ovárica

Paula se pinchó hormonas cada noche durante 14 días para la FIV. A veces delante del espejo, otras en el sofá mientras Amaya le acariciaba la espalda.

—“Yo no noté nada, o sea me sentía igual que siempre, aunque mi mujer decía que estaba más sensible y más irritable, ¡pero no!”, bromea Paula

– “Uy, sí, bastante más sensible– ríe Amaya- “Los folículos iban creciendo, y nosotras con las visitas a IVI cada dos o tres días, ecografías, ajustes de medicación”. La doctora les decía: Vamos bien. Muy bien.” Y esa frase la repetían en WhatsApp, a su grupo de amigas y familia, como si fuera un mantra.

Capítulo 4. El día de la punción

Una mañana a comienzos de abril, Paula entró en quirófano. Amaya se quedó fuera con los dedos entrelazados y el corazón ardiendo.

Consiguieron 12 ovocitos maduros. Se abrazaron fuerte. Paula medio dormida por la anestesia murmuraba: “Doce. Como los apóstoles.” Y se rieron, Paula estudió en un colegio de monjas y suele hacer bromas al respecto.

Capítulo 5. La espera más larga del mundo

Fecundación, laboratorio, llamada diaria de IVI.

Día 1: “De los 12, fecundaron 9.”
Día 3: “Quedan 7.”
Día 5 (blastocisto): “Hay 6 embriones preciosos y viables.”

Guardan la foto de un embrión en su móvil como si fuera una ecografía. Nadie lo ve, pero es ya su bebé invisible.

Capítulo 6. La transferencia

Paula entra con una bata azul, esta vez despierta, consciente, emocionada. En la pantalla aparece una luz diminuta: su futuro. Ojalá.

Amaya le agarra la mano: “Ahí va… nuestro milagro microscópico.”

La transferencia dura cinco minutos. La ilusión, toda la vida.

¿Y cómo vivieron la betaespera? Comen chocolate, ven películas malas, se prometen no obsesionarse con los síntomas… y se obsesionan igual.

Hasta Amaya siente que le crecen los pechos. 

Capítulo 7. 

El capítulo 7 es el mejor de todos. Es de cuando recibimos la llamada de IVI con dolor de tripa. Estábamos tan nerviosas. Y cómo nos cambió la cara: ¡Positivo!

Este es el precioso diario de nuestro embarazo. Y ahora estamos imaginando el que supera todo, el de cómo en unas semanas más nos convertiremos por fin en mamás”

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