Hace 28 años, en Santiago de Chile, fue muerta a golpes en la calle una escultora llamada Mónica Briones Puccio. Era 1984 y ella se asumía, a quien quisiera saberlo, como lesbiana. Su crimen nunca fue aclarado y quedó como un símbolo para el activismo gay lésbico en mi país.
por Erika Montecinos
Muchas y muchos pensamos que tal vez el contexto político – imperaba la dictadura de Augusto Pinochet,- pudo haber ocasionado ese clima de intolerancia, o la indolencia de la policía y los tribunales de Justicia para no investigar o el hecho que lo homosexual y lésbico era un tema tabú en aquella época, inexistente y patológico. Pero la historia diría otra cosa.
En marzo de 2012, tuvimos que presenciar, una vez más, como un joven gay de 24 años, Daniel Zamudio, es asesinado en circunstancias similares a Mónica. La diferencia, es que su caso, no quedó llenándose de polvo en fojas judiciales ni tuvo que ser silenciada su orientación. Fue un caso mediático, para felicidad de todas y todos, que pudo generar un poco de conciencia en la sociedad chilena sobre sus actitudes homofóbicas, lesbofobicas y transfobicas. Incluso, que se aprobara con urgencia un proyecto de ley antidiscriminación que si bien sanciona a los agresores, hay una preocupación inexistente de parte del Estado por generar políticas públicas que disminuyan la discriminación. Se castiga, pero no se educa a la sociedad.
Luego de Daniel, comenzaron a aparecer muchos otros casos de violencia e intolerancia, sobre todo hacía transexuales y lesbianas. La golpiza a la joven lesbiana Valeska Salazar en el sur de Chile, es vergonzoso. Los parientes de su novia fueron a su misma casa a golpearla ante la desesperación de sus atribulados padres. No contentos con eso, la siguieron al hospital para seguir golpeándola delante de los enfermeros. Felizmente alguien grabó la escena que se pasó por todos los canales de televisión chilenos y ella sobrevivió.
Desde el crimen de Mónica hace casi 30 años, las cosas no han cambiado. Hay mayor difusión, se puede denunciar y ya no eres victima de la indiferencia de una sociedad entera. Pero la violencia sigue presente. La intolerancia comienza a mostrar su cara más cruel, porque las y los jóvenes ya no tienen miedo de ser visibles. Con la revolución estudiantil, quedó demostrado que esta generación empoderada, ya no tiene miedo y ahí conviven muchos gays, lesbianas y trans dispuestos a tomarse la palabra, a denunciar los malos tratos y a no aguantar más homofobia.
Son las y los jóvenes los más vulnerables en esta sociedad de viejos que no soporta estos cambios, que no se adapta a esta nueva generación desvergonzada para ellos, donde el sexo dejó de ser un tabú, donde puedes ser lo que quieras y creerte el cuento como decimos acá. Una generación muy potente, que hace enrojecer al más activista. Pero por eso mismo, están mucho más expuestos a estas situaciones de violencia y es ahí entonces, deber del Estado, proteger estas situaciones, no sólo sancionar, no sólo castigar y cobrar una multa, si no hacerse participe y por qué no, protagonista, de los cambios profundos que necesita la sociedad, una sociedad chilena considerada la más pacata de Latinoamérica, con una brutal influencia de la Iglesia y sectas católicas.
Pueden dictarse muchas leyes, incluso aprobarse el matrimonio igualitario, pero si no hay cambios en la cultura y educación de las personas, todo ello traerá quizás las reacciones más violentas de los ultra conservadores, repitiéndose así casos tan tristes como el de Mónica y Daniel. Esta no es sólo una lucha entre generaciones, es la lucha para transformar el mundo en un espacio más evolucionado y humano.
Erika Montecinos es periodista chilena, directora de la revista digital Rompiendo el Silencio.
Es una lástima y muy triste lo que aqui se cuenta. Lei que en Chile hace poco volvieron a golpear a otra chica. Es algo muy frecuente en latinoamerica?
No podría responder esta pregunta con muchas certezas, puesto que supongo que hay bastantes agresiones en todos los países que no se denuncian y que no salen en los medios de comunicación.
Es una lástima y aunque parezca muy duro decirlo, vista esta realidad, la única forma de luchar contra la lesbofobia es siendo visible.