Virginia Woolf: La escritura como visibilidad

Virginia Woolf (1882-1941)es una de las personalidades más insignes del siglo XX. Un gran aporte a la literatura, el arte occidental, y el mundo de la cultura en sus diversas manifestaciones. La suya podría considerarse una revolución a muchos niveles: sembró los elementos de base de la literatura contemporánea, reivindicó una nueva forma de experimentar el conocimiento y la vida, y trasformó profundamente las posibilidades vitales del individuo moderno, en especial las de las mujeres.

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A partir de la relación que establecía entre sus emociones y las cuestiones de su entorno más inmediato, Virginia elaboró una nueva interpretación simbólica del mundo, que se centró en un yo vuelto hacia sí mismo como experiencia fundamental y real de la vida. Amigos, amores, amantes, mascotas, vecinos, calles, elementos de la naturaleza… detalles cotidianos al fin y al cabo, fueron los referentes principales de una ciencia de la vida cotidiana que revolucionó la literatura y que alumbraría una nueva forma de vivirse como persona y relacionarse con los demás. Ella, en su vida, a través de su pluma, en su genial capacidad de reinventar la escritura, se entregó al placer de la vida cotidiana y del amor por las personas como verdadera fuente de conocimiento de la experiencia humana. El tipo de individualidad que construyó desde este nuevo umbral se volcó así sobre aquellos asuntos y temas que tenían que ver, sobre todo, con el mundo de las relaciones humanas más profundas, puntal de su vida y de su obra.

Con esta nueva visión, Virginia Woolf propuso una representación alternativa de la persona, que iría en sus relatos más allá de las definiciones formales de qué es ser hombre y qué es ser mujer, fragmentando, a su vez, la heterosexualidad como norma. La experiencia del cuerpo y la fuerza de la singularidad de cada individuo se convertirían en este sentido en los vértices de su experiencia literaria, que reivindicó con fuerza la libertad y la independencia intelectual y emocional. Su principal logro, el de la creación de un modelo de individualidad que se cree capaz de cualquier cosa, trasformó no sólo la base de la experiencia sino la del propio conocimiento formal e hizo protagonistas de la vida literaria de Virginia, pero también de la vida, a secas, a las mujeres.

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Superando –y trascendiendo- la estrecha realidad de los límites del orden patriarcal, la escritora creó un universo de afectos, especialmente entre mujeres, que superaba la limitadora experiencia a la que eran sometidas por el orden masculino. Las mujeres de Virginia fueron así mujeres reflexivas que se envolvían y se rodeaban de una realidad cotidiana basada en los afectos, atreviéndose a ser y a amar a los suyos de forma diferente, intentando liberarse de la subordinación de la que eran víctimas, despegándose, en un mundo emocional paralelo, de la relación con los hombres. En consecuencia, tanto su figura como su narrativa inspiraron a muchas mujeres que se atrevieron a desafiar las imposiciones de ese orden masculino y heterosexual a través de una sexualidad ligada a la afectividad, que se transformaría en un campo de batalla contra el convencionalismo y los límites cerrados de la realidad social. La sexualidad se convirtió, a través de su narrativa, en una performance, en una ruptura con lo establecido que cuestionaba, combatía y superaba los modelos del orden patriarcal. La inconsciencia sobre el género, tema de fondo de su obra en general y de la novela Orlando, una de las más célebres de su narrativa, así como la potente galería de amistades femeninas que diseñó en sus novelas, significó una inconsciencia del yo y una válvula de escape ante las exigencias de la identidad de mujer, que ella vivió y concibió como oprimente.

Mediante personajes como el de Lily en Al faro o el del propio Orlando, atrapado entre los dos géneros, Virginia propuso una mente andrógina libre de las marcas, un camino hacia la libertad y hacia una experiencia de vida plena como individuo, sin sellos que limitaran o definieran de antemano la experiencia de ser persona que nos lleva directamente a la actual teoría queer. A partir del juego de identidades que marcaría el carácter de sus novelas, la escritora introdujo personajes y tramas ambiguas, que potenciaban un tipo de amistad femenina que permitía ver que “hay otra cosa, puede haber otra cosa (ha habido otra cosa), pero sólo entre dos mujeres”( Rampello, L. Virginia Woolf, pp. 106) como una forma de amor y afecto que liberaba a sus protagonistas de las marcas de género y permitía emociones, sentimientos y relaciones independientes a los hombres y a la relación de subordinación que implicaba, en ocasiones, amarlos. La reivindicación de esa sexualidad como algo abierto, que ya no encerraba a nadie en el patrón heterosexual, hizo de la homosexualidad femenina una especie de llave que abría la puerta del poder ser: en especial a las mujeres, las dotó, al menos en el plano ideal, de infinitas posibilidades.

Virginia no fue una mujer homosexual, aunque en repetidas ocasiones declarara abiertamente su bisexualidad y en sus escritos más personales aparezca de forma reiterada esa admiración que sentía por la relación profunda que puede establecerse entre dos amigas. Famosa es su larga relación afectiva con la también escritora Vita Sackville-West y escandalosamente famoso el beso apasionado entre Elizabeth y Clarissa, en La señora Dalloway. Sin embargo, sus tramas, el tratamiento sutil y refinado, pero brutalmente osado, que hizo sobre la sexualidad y sobre la identidad sexual femenina como un espacio creativo para dar cabida a nuevas formas de ser, fue tremendamente revolucionario e impulsó que muchas lesbianas de la época, pero también generaciones posteriores que se han identificado profundamente con sus textos y se han valido de sus argumentaciones para salir del armario y vivir abiertamente su sexualidad, recuperaran la dignidad de eso otro que es no ser ni hetero ni señora de nadie para identificarse con esa parte de sí mismas hasta ese momento reprimida y unir los pedazos de una identidad quebrada. La apuesta por que la pluma de Woolf planteó a toda una época a favor de la visibilidad de la homosexualidad, en especial la de la visibilidad lésbica, se merece por tanto unas líneas de reconocimiento.

 

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