El 11 de agosto de 1885, Taganrog acogió entre sus habitantes a una criatura especial: Sofía, una niña que se quedaría huérfana de madre a la corta edad de seis años y que pasaría a tener, muy poco tiempo después de esa lamentable pérdida, una madrastra con quien tendría una complicada relación. La madre de Sofía había sido física y una mujer muy competente, culta y luchadora para la época en que le tocó vivir. La siguiente esposa de su padre, sin embargo, no supo llegar al corazón de Sofía, ni ganarse su confianza. Por si esto fuera poco, su padre, apenas descubrió la homosexualidad de su hija, la desaprobó tajantemente, marcando su juventud y dejando una huella con la que muchas nos sentimos identificadas.
A la asombrosa edad de seis años, coincidiendo con el fallecimiento de su madre, halló refugio en la escritura. Esa iniciación temprana explica que con 16 primaveras escribiera largo y extenso sobre su sexualidad y sus primeros amores lésbicos.
En 1905, a la edad de 20 años, se fugó de su casa con una amante actriz con quien emprendió un corto periplo por Europa que se vio
Valiente, independiente, luchadora, lesbiana, mujer, periodista, amante, libretista de ópera, creativa, traductora, apasionada, poeta. La vida no pudo con ella, y cual ave fénix supo salir a flote de los momentos difíciles.
Abandonó a su marido justo a tiempo de salvar su vida personal, y se estableció en Moscú. En 1914, justo antes de la Primera Guerra Mundial, conoció a Marina Tsvetaieva, una poeta, cronista y corresponsal con quien mantuvo una relación apasionada y dolorosa. Fruto de esta relación nacieron poemas y obras de ambas. Marina dedicó a Sofía su ciclo “Amiga”, así como el ensayo Mon frère feminine (“Mi hermano femenino”). A finales de 1915 realizaron juntas un viaje a Petrofrado que Marina inmortalizaría dos décadas después en su novela Una tarde de otro mundo. El viaje fue una extensión de sus vidas cotidianas: los reproches y las escenas dramáticas fueron una constante. Sin embargo, el amor entre ellas era tan fuerte que no conseguían romper los lazos. Tsvetaieva escribiría en su diario: “Ella podía rechazarme, volverse de piedra, aplastarme bajo sus pies, pero me amaba”.
Poemas (1917), La viña (1923), Música (1926) y A media voz (1928), fueron algunos de sus principales trabajos. La censura soviética truncó muy pronto su carrera poética, tachándola de ilícita, y Sofía, forzada a no publicar, se dedicó entonces a traducir poemas de Baudelaire y novelas de Proust y Rolland, entre otros.
El 26 de agosto de 1933, con los 48 años recién cumplidos, un ataque al corazón pone fin a la vida de una mujer apasionada, amante de las mujeres y gran poeta.
Hoy no te quiero.
Que tu lengua enmudezca.
Memoria, celestina vana,
no me unas a nadie.
No me atraigas hacia los senderos oscuros,
hacia los lugares abandonados
hacia estos malhablados, estos cohibidos
labios besados.
Con inspiración de los sacrílegos
cavé el corazón hasta el fondo.
De mi santoral de amor
arranco los nombres.
Conocía de nombre tanto a Sophia como a Marina Tsvetaieva,y sabía de la relación de ambas, pero no conocía otros entresijos de la vida de Sophia. Hasta ahora no he podido leer nada de ninguna de las dos, pero buscaré esos versos y las obras en prosa.
Sabéis de alguna editorial que publique sus libros? Quiero regalárselo a alguien y no consigo encontrarlo.