Cuando Vicky Knight tenía 8 años fue víctima de un ataque feroz que cambió su vida para siempre. Un grupo atacó e incendió el pub de su padre. Sus primos murieron y también el hombre que le salvó la vida.
Y aunque Vicky sobrevivió, su cuerpo quedó marcado para siempre. Actualmente Vicky tiene 28 años, vive en Reino Unido, es enfermera y lesbiana. Y hoy podemos conocer su historia a través de la película Silver Haze, que puedes ver estos días en el cine.
Su vida como actriz comenzó de una manera muy particular. La directora Sacha Polak buscaba a una mujer con cicatrices reales para una película. “Sacha buscaba a una persona con cicatrices reales y se topó con mi historia en Internet. Me estuvo persiguiendo un año, porque al principio pensé que era una estafa y dije que no. Hasta que me llamó un director de casting y Sacha vino desde Ámsterdam a verme”, cuenta Vicky.
Así protagonizó un film, Dirty God, con el que cautivó a la audiencia de Sundance interpretando a la víctima de un ataque de ácido. Aunque no era ese su origen, sus cicatrices eran reales, tanto como su naturalidad ante la cámara, que nunca antes había captado el singular talento de Knight. “No era una actriz profesional, no entendía por qué Sacha quería estar tan cerca de mis cicatrices. No me gustaba que todo el mundo fuera a verlas en una pantalla gigante porque las había ocultado durante mucho tiempo”.
Sasha propuso a Vicky una película basada en sus propias vivencias, y así surge Silver Haze, donde interpreta a Franky. La actriz confiesa que la película le ha ayudado a darse cuenta de que tener rabia no lleva a ninguna parte. “Tengo que vivir mi vida tal y como es, ser fuerte y dar voz a las personas que siguen atrapadas en sus traumas, porque yo estuve atrapada en ellos durante más de 15 años. A veces tienes que dejar de pelear para poder seguir adelante”.
Una vida tan dura comienza a curarse con amor. Es lo que le sucede a Franky. Tal como dice la sinopsis de la película: “Cuando era pequeña, Franky, una joven enfermera del extrarradio de Londres, sufrió un accidente que le dejó secuelas de por vida. Quince años después, su inseguridad y su obsesión por encontrar respuestas, la han bloqueado emocionalmente, hasta que se enamora de Florence, una de sus pacientes. Florence, una joven vitalista, la invita a escapar de su realidad acogiéndola en su hogar, descubriéndole un refugio en el que superar las “cicatrices” del pasado.
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