Cuando supe que la compositora Christina Rosenvinge hacía una obra de teatro sobre la poetisa Safo, me pareció la mezcla perfecta. Siempre he adorado a Rosenvinge, más por su lado intimista y sus letras hipnóticas que por la rubia mainstream del Voy en un coche de los 90, que también me encanta.
Safo se usa mucho como referencia lésbica y como imagen de la antigua Grecia pero poco se sabe de su persona, y es un personaje verdaderamente vanguardista. En la obra te enteras de mucho, entre otras cosas, de que era como una estrella del rock de su época. Sus versos aparecían en cada boda, en cada fiesta.
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El resultado de Safo, codirigido junto a Marta Pazos y Marta Folgera, ha sido maravilloso. La obra tiene una puesta en escena antigua, mitológica, poderosa. No se corta con el lesbianismo de la poetisa, es más, lo explora con curiosidad.
Si bien a Christina le falta voz en algunas canciones, la música es tan sugerente que te tiene electrizada toda la obra. Arpa, batería eléctrica. Te olvidas de que Safo esta a 26 siglos de distancia de ti y se te hace más actual que el propio presente.
La obra está plagada de desnudos y de una erótica que, sin ser explícita, no te deja indiferente. Desnudos que enmarcan la isla de Lesbos, donde trascurre. Impactante, -sin ser excesivo sino más bien sofisticado- cuando Rosenvinge se adentra en la metafórica sandía de una de sus musas.
Sabemos que la obra estará de gira por España, así que atenta a cuando toque en tu ciudad.
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Redactora: Rocío C.