Como todos los meses, cerramos mayo con buena poesía. Anne Sexton (1928 – 1974), ganadora de un premio Pulitzer. Se casó, tuvo dos hijas y dos grandes depresiones posparto que llevaron a sus hijas con el abuelo y a ella a un hospital. Su psiquiatra la animó a escribir después de que casi se quitara la vida en uno de sus cumpleaños.
Revolucionó la poesía. En ella volcó la angustia emocional de la vida cotidiana. Habló de masturbación, menstruación y la relación de amor y odio con los hijos. Sintió una gran fascinación por la poetisa Silvia Plath Una tarde de 1974, después de tres vodkas, se puso el abrigo de piel de su madre, se metió en el coche y se suicidó inhalando
La muerte de Sylvia
por Anne Sexton
(traducción de José Luis Reina Palazón)
Oh Sylvia, Sylvia,
con una caja de muerte llena de piedras y cucharas,
con dos niños, dos meteoros
vagando libres en el cuartito de juegos
con tu boca en la chapa del horno,
en la viga del techo, en la oración muda.
(Sylvia, Sylvia
¿hacia dónde fuiste
después de que me escribieras
desde Devonshire
acerca del cultivo de patatas
y la apicultura?)
¿a qué te has atenido,
cómo te has metido dentro?
Ladrona…
¿cómo te has metido dentro,
te metiste abajo sola
en la muerte a la que deseé tanto y tanto tiempo
en la muerte de la que dijimos que la habíamos superado
la muerte que llevábamos en nuestros magros pechos,
la muerte sobre la que hablábamos tanto cada vez
que en Boston tomábamos tres martinis extra secos,
la muerte que hablaba de psicoanalistas y curaciones,
la muerte que hablaba como novias con parcelas-tumbas,
la muerte por la que brindábamos,
los motivos y después el acto tranquilo?
(En Boston
los moribundos
van en taxi,
sí, la muerte de nuevo,
esa vuelta a casa
con nuestro chico.)
Oh Sylvia, recuerdo al batería soñoliento
que golpeó nuestros ojos con una vieja historia,
cómo deseábamos que viniera
como un sadista o un marica de Nueva York
para hacer su trabajo,
una necesidad, una ventana en una pared o una cuna,
y desde aquel tiempo ha esperado
bajo nuestro corazón, nuestro aparador,
y comprendo ahora que lo conservemos
año tras año, viejas suicidas
y siento con la noticia de tu muerte
un terrible gusto de eso, como de sal.
(Y yo,
yo también.
Y ahora, Sylvia,
tú de nuevo,
de nuevo con la muerte,
esa vuelta a casa
con nuestro chico.)
Y yo digo solamente
con mis brazos extendidos hacia ese lugar de piedra,
¿qué es tu muerte
sino una vieja pertenencia,
un lunar caído
de uno de tus poemas?
(¡Oh amiga,
como la luna es mala,
el rey se fue,
y la reina no sabe qué hacer
la asidua del bar debe cantar!)
¡Oh madre pequeña,
tú también!
¡Oh alegre duquesa!
¡Oh cosa rubia!
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O Sylvia, Sylvia,
with a dead box of stones and spoons,
with two children, two meteors
wandering loose in a tiny playroom,
with your mouth into the sheet,
into the roofbeam, into the dumb prayer,
(Sylvia, Sylvia
where did you go
after you wrote me
from Devonshire
about raising potatoes
and keeping bees?)
what did you stand by,
just how did you lie down into?
Thief —
how did you crawl into,
crawl down alone
into the death I wanted so badly and for so long,
the death we said we both outgrew,
the one we wore on our skinny breasts,
the one we talked of so often each time
we downed three extra dry martinis in Boston,
the death that talked of analysts and cures,
the death that talked like brides with plots,
the death we drank to,
the motives and the quiet deed?
(In Boston
the dying
ride in cabs,
yes death again,
that ride home
with our boy.)
O Sylvia, I remember the sleepy drummer
who beat on our eyes with an old story,
how we wanted to let him come
like a sadist or a New York fairy
to do his job,
a necessity, a window in a wall or a crib,
and since that time he waited
under our heart, our cupboard,
and I see now that we store him up
year after year, old suicides
and I know at the news of your death
a terrible taste for it, like salt,
(And me,
me too.
And now, Sylvia,
you again
with death again,
that ride home
with our boy.)
And I say only
with my arms stretched out into that stone place,
what is your death
but an old belonging,
a mole that fell out
of one of your poems?
(O friend,
while the moon’s bad,
and the king’s gone,
and the queen’s at her wit’s end
the bar fly ought to sing!)
O tiny mother,
you too!
O funny duchess!
O blonde thing!
CORAJE
Es en las pequeñas cosas donde lo vemos
El primer paso del niño,
tan imponente como un terremoto.
La primera vez que vas en bicicleta,
tambaleándote por la acera.
La primera paliza cuando tu corazón
fue de viaje todo solo.
Cuando te llamaron llorón
o pobre o gordo o loco
y te hicieron un extraño,
cuando bebiste su veneno
y lo ocultaste.
Más tarde,
cuando miraste a la muerte de bombas y balas
no lo hiciste con una bandera
lo hiciste sólo con un sombrero, para
cubrir tu corazón.
Tú no has acariciado la debilidad en ti
a pesar de que estaba allí.
Tu coraje fue un pequeño carbón
que has seguido tragándote.
Si te ha salvado tu compañero
y murió haciéndolo
entonces su coraje no fue coraje,
fue amor; amor tan simple como jabón de afeitar.
Más tarde,
si tú has soportado una gran desesperación,
lo hiciste solo,
en tus venas corría el fuego,
quitándote la costra de tu corazón,
estrujándolo como un calcetín.
Después, hermano mío, has espolvoreado tu pena,
le has dado un masaje de espaldas,
la has tapado con una manta,
y cuando ha dormido un ratito
despertó a las alas de las rosas
y estaba transformada.
Después
cuando llegues a la vejez y a su conclusión natural
tu coraje se mostrará en pequeñeces,
cada primavera será una espada que tú afiles,
aquellos que tú ames vivirán en una fiebre de amor,
y tú regatearás con el calendario
y en el último momento
cuando la muerte abra la puerta trasera
te pondrás tus pantuflas de felpa
y te irás.
(Traducción de José Luis Reina Palazón)
guausobrecogedores los poemas,impresionantes