Me quito el sombrero ante el encantador de perros. Me fascina ver como hasta los perros más desagradables, traviesos, malhumorados y agresivos se convierten en adorables y obedientes mascotas con sólo algunos trucos e ingeniosos juegos de poder.
El aumento del desempleo, la agravación de la crisis económica, el incremento de lesbian dramas y el descontrol de primas y bolleras de riesgo, me han llevado a replantearme mi futuro profesional y a buscar salidas más creativas para ganarme la vida.
“Encantadora de bolleras”, mi nueva profesión. He detectado una necesidad y ofrezco una solución. No tengo título reconocido por el Ministerio de Educación, y esto porque ni siquiera Sanidad se ha pronunciado sobre las alteraciones y los entramados que se tejen en los cerebros lesbianos.
Como encantadora de bolleras no pretendo hacer terapias sicológicas ni sanación de las relaciones de parejas. Eso de profundizar en el pasado, los miedos, los traumas, las fobias, los agobios, los complejos, las inseguridades, vidas pasadas y recovecos de la mente lesbiana no es lo mío. Ni el laberinto de Creta, con Minotauro incluido, era tan riesgoso.
Tal como el encantador de perros, la encantadora de bolleras se valdrá de trucos y disimulados juegos de poder para corregir comportamientos inadecuados.
E insisto, aunque no tengo título universitario para esta nueva profesión, sí experiencia sobrada en esto de resistir embestidas, pasiones, terremotos y tsunamis en forma de mujer. Dentro de las animalillas que más suelen enloquecer a quienes intentan entrenarlas, y más necesitan de la encantadora de bolleras, tenemos:
– Las que lo disfrazan de amistad cuando salen a pasear por la ciudad. Una opina, que aquello no está bien (pues justo esta).
– La que hace del “ni contigo ni sin ti” una auténtica arma de destrucción masiva.
– La que no le gusta ser olvidada, ser página pasada o capítulo cerrado. Y se aferra con uñas largas a cualquier rincón de tu memoria.
– La que un día se quiere casar contigo y al siguiente no se acuerda muy bien de cómo te llamas.
– Las provocadoras del tormento de la gota
– La que, inexplicablemente, siempre te hace decir que sí cuando quieres decir que no. Pero no tienen ningún tipo de problema en soltarte sus negaciones.
– La que tiene el concepto de fidelidad que te exige un poco modificado para sí misma.
– La que ladra, ladra. Y al final nunca muerde.
Y sólo me estoy refiriendo a los casos más típicos. Hay mucho trabajo en este campo del entrenamiento. Conductas incorrectas que, en muchos casos, fueron alimentadas por relaciones anteriores y que pueden corregirse con sencillos trucos para mejorar la calidad de vida.
Y tú, ¿necesitas una encantadora de bolleras en tu vida?
genial, ¿cómo se hace para contratarte?
Querida Maartes… dime cuál es el caso que te está ahora mismo aquejando… 🙂
Jajajaaj, yo también quiero contratarte… Sufro del caso número 3 que expones
Querida Carmen, ese suele ser el caso más frecuente… La pregunta es… tú quieres olvidar o quieres retomar?
Yo señalaría una especial:
– La que te dice que quiere probar a ser lesbiana, luego se convierte en bisexual y, por arte de magia, te deja por un hombre…
Yo podría dedicarme a eso también, me las huelo todas… pero por cuestiones de salud mental, prefiero estar sola que mal acompañada.
Jajajaa, cómo me ha gustado tu nick.
Ese caso también es muy comentado entre mis clientas. Ainssss a dónde vamos a llegar, como dice mi abuela…
Montaríamos un buen negocio, chiquilla, la verdad… pero no me veo yo diciéndole a una bollera mala “dame la patita, guapa, anda, dame la patita, sé buena y no le pongas los cuernos a tu novia…” XD
Jajajaja, en ese caso sería mas como: hazte la muerta, hazte la muerta bollera mala
Jajajaja, me meo toa! 😀
Y premiarla: toma, por ser bollera buena, una galletita XD
Jajajaajajaa, ahora falta un reportaje de las perras en celo
Bien, es una buena idea, la verdad. Aunque creo que el 98 por ciento están siempre en celo (hasta cierto punto, puede ser un poquito desagradable; que estés tan tranquila bailando o hablando con tus amigas y que se te plante una y te empotre directamente contra la pared a comerte la boca sin preguntarme como me llamo pues no sé, chiquilla, que soy lesbiana y me gustan las mujeres, no las mujeres con super cerebro calentorro de tio y las que se dejan la educación en el armario) XD
Vamos a poner el caso de alguien que quisiese determinar si no pasa de ser una heterocuriosa, si es bisexual o si realmente podría cruzar la línea y olvidarse de su pasado heterosexual. ¿Necesita una encantadora de bolleras o más bien un psicólogo?