La vida de Isabel de Borbón-Parma fue tan corta como intensa. Nació en el Palacio privado del Buen Retiro en 1741, ese que hoy es un inmenso parque accesible a toda la población de Madrid, cuando su madre contaba tan solo 14 años.
Eran tiempos difíciles para las mujeres, incluso para las de la realeza. Estaban educadas para el casamiento desde la más tierna infancia y destinadas a no ser más que “la esposa de”. Además, los padres de Isabel tenían muy mala relación, algo conocido por todos los españoles, y más adelante también saldría a la palestra que la relación entre madre e hija era insufrible.
La casaron con 17 años con el futuro Emperador José II, que conoció a su mujer casi al momento de la vida pero que cayó completamente enamorado de ella en pocas semanas. Era comentada la belleza de la infanta en su nueva morada como archiduquesa de Austria, así como sus buenas aptitudes para escribir y su sensibilidad para la música. A diferencia que la mayoría de mujeres nobles de la época, limitadas a la maternidad y a su función de esposas, Isabel aprovechó su tiempo para escribir una interesante colección de ensayos, como el “Tratado sobre los hombres” en el se adelantó a muchas ideas del todavía no nacido movimiento feminista.
Pero algo fallaba en el ídilico escenario que había por fin liberado a Isabel de la presencia de su madre. Ella ni amaba ni era susceptible de llegar a amar al futuro Emperador. Es más, pronto se enamoraría perdidamente de la hermana de su marido, María Cristina, con la que pasaba cada minuto del día paseando por el jardín, hablando de música y literatura.
Se escribieron cartas infinitas de amor de la que todavía se conservan cientos. Las escritas por María Cristina, alegres y cariñosas, las remitidas por Isabel, pesimistas y nostálgicas. Ambas, pasionales y exponiendo sin miedo su amor. La relación de la Archiduquesa y de su cuñada, ambas mujeres casadas, no pasó desapercibida a los ojos de la conservadora corte, a la que Isabel enfrentaba indirectamente con sus revolucionarios textos.
Isabel tuvo un triste final. En el año 1763, enfermó de viruela y después de seis meses de embarazo, el 22 de noviembre de 1763, dio a luz a su hija a la que nombró María Cristina, la cual murió unas horas después del parto. Una semana más tarde también falleció Isabel, un golpe que nunca superaron ni María Cristina ni su marido.
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