En el terremoto de Haití ocurrido en 2010 murieron más de 200.000 personas. Ese mismo año en el seísmo ocurrido en Chile el número de víctimas no superó los 600 fallecidos ¿Cómo pudo ser si el de Chile fue de 8,8 en la escala Richter y el de Haití de 7 grados? A pesar de que ya hace tiempo perdió su batalla contra la hegemonía implacable de los humanos, el lince ibérico todavía no se ha extinguido ¿Pero no decía Darwin que los más débiles desaparecían?
Parejas estériles o del mismo sexo logran tener descendencia a través de las técnicas de reproducción asistida ¿Ya no hacen falta un hombre y una mujer fértiles?
Durante siglos las políticas de género nos han repartido los roles que nos avocaban a un único camino en el que estábamos dirigidos a formar parejas heterosexuales y monógamas para toda una vida. Los hombres se encargaban de salir a ganar el pan y a las mujeres les correspondía cuidar el nido. En el seno de estas parejas las relaciones sexuales tenían un único objetivo, la procreación. Hasta hace poco lo hemos aceptado simplemente, porque era lo natural.
La naturaleza es proveedora pero también puede ser cruel con sus criaturas. Con sus epidemias, sus tormentas perfectas, sus tsunamis, sus terremotos, sus sequías o sus inundaciones, arrebata lo que antes generosamente había regalado. Sin embargo, el ser humano es el animal superior de la creación porque como ninguno ha sabido enfrentarse a ella y escamotearle los veleidosos sacrificios que a menudo nos exige como pago de sus dádivas.
El antídoto contra esta injusta arbitrariedad a la hora de dar y quitar son la civilización y la innovación. Los edificios antisísmicos, la reproducción asistida, las políticas de conservación de las especies, una rampa que de accesibilidad, la medicina, o el tuppersex son algunos de los recursos que han permitido a los humanos doblegar su voluntad y zafarse de sus designios. Y así lo llevamos haciendo desde que fabricamos el primer hacha de sílex y modificamos el transcurso de lo natural, evitando morir en las garras de un animal más grande que nosotros.
Pero si ellas pueden proveer, ellos pueden cuidar, hay anticonceptivos, podemos hacer que una mujer estéril engendre un hijo o que dos personas de mismo sexo puedan fundar una familia ¿no ha llegado el momento de erradicar esa encorsetante y obsoleta ley de géneros que ya no refleja la heterogeneidad de nuestra sociedad?
Cuando los expertos en diversidad definen cultura, a menudo lo hacen como una serie de reglas y normas que nos damos para organizarnos en grupos sociales de la manera más eficiente posible y según los patrones que imponen la mayoría. Para que esa organización sea más práctica debe contar con una serie de normas hegemónicas que todos los miembros de esa sociedad acepten o acaten. Aunque la fórmula no es estática y cambia con el contexto social, tal y como recopila en su obra José Ignacio Pichardo Galán, su hegemonía depende del entrelazamiento de fuerzas políticas, sociales y culturales.
Y así, esta construcción social desarrolla una serie de leyes y otros mecanismos de defensa para erradicar todos aquellos elementos que atentan contra su universalidad. En el caso del constructo social occidental, el acceso limitado a la formación, la homofobia o el biopoder, término acuñado por Foucault, son algunos de los vehículos más eficientes para perpetuar el matrimonio heterosexual cómo el modelo a seguir.
Todos aquellos que hayan leído los libros de la Sección Femenina sabrán lo que es robarle a alguien la ambición, el liderazgo, la autonomía y racionarle la educación; De manera similar, la homofobia, consiste en condenar, estigmatizar y segregar a aquellos individuos que no se ajustan al modelo ya sea por su orientación o identidad sexual, ya sea por su no aceptación del rol predeterminado. Así nuestra sociedad desprecia por afeminado a un hombre que decide quedarse en la casa a cuidar de sus hijos, sea cual sea su orientación sexual.
Finalmente, el biopoder se sirve de la naturalización para hacernos creer que el reparto de roles es un designio de la naturaleza contra el que nada se puede hacer y no un constructo social. Pero cuidado, siguiendo las leyes de la naturaleza o no, ocurre que las cigüeñas ya no emigran; debido, entre otros motivos, al cambio climático, permanecen en el sur de Europa donde encuentran calor y alimento.
Sin entrar en el debate de otras herencias, ni en si fue o no fue fruto de una carambola política, lo que sí es cierto es que la equiparación de los derechos LGBT y de sus familias ha sido una decisión innovadora que ha posicionado la marca España como referente de vanguardia en todo el mundo y que ha desencadenado un imparable efecto dominó que ahora abraza Obama y nuestra vecina Francia.
Margarita Alonso
Investigadora del Centro de Diversidad de IE Univesity.
Autora de: Beneficios de una buena gestión de la diversidad LGBT en la Empresa, El País.
Muy bueno y muy cierto. Debería explotarse más esa imagen que vendemos al mundo y que parece que nuestros políticos no ven con claridad.
Estoy de acuerdo, además de ser refrescante por hablar de la marca España en términos positivos, muestra muy objetivamente una realidad; el género está evolucionando hacia una mayor libertad en el abanico de comportamientos de hombres y mujeres. Algo beneficioso para la libertad individual, sí, pero también para actualizarnos dentro de la dinámica sociedad contemporánea que estamos viviendo.
Gracias Margarita, habrá que seguirte la pista…
estos PPeros mucha teoria y poca practica.
Pero el articulo te ha gustado????
A mi si me ha gustado mucho!