Espero haber captado tu atención con mi primer artículo de MíraLES; ahora necesito mantener esa expectación con el segundo, así que el tema es muy importante. Estas semanas atrás pensaba: “¿Si hablo de erótica caeré en el puro morbo? ¿Es el momento para hablar de riesgos? ¿Sonará demasiado técnico si profundizo en conceptos?” Así que, tras muchas vueltas, finalmente me decidí por el que creo que es un tema tan interesante como temido: el orgasmo.
Es posible que al leer el principio del artículo hayas pensado: “¿temido?, ¿desconocido? Pero si es algo cotidiano”, pero la realidad es que muchas mujeres nos confirman estos adjetivos en las consultas: unas no han experimentado nunca un orgasmo, otras muchas no saben cómo conseguirlo, aunque alguna vez lo hayan vivido; y otras tantas ni siquiera sabrían decir si el placer que sienten en sus relaciones eróticas se debe o no a un orgasmo. Vayamos entonces al origen: ¿Qué es un orgasmo? Gracias a los estudios y la experimentación sobre la respuesta sexual humana de profesionales de la sexología como Masters y Johnson o Helen Kaplan, podemos dar una respuesta universal y contrastada a esta pregunta. Los orgasmos se producen a partir de rápidas e intensas contracciones de la musculatura que rodea los genitales y dura entre ocho y diez segundos. Son experiencias sensoriales que todos los seres humanos, hombres y mujeres, estamos capacitados para sentir. Surgen a partir de la estimulación, normalmente táctil, de las llamadas zonas erógenas: esas partes del cuerpo especialmente sensibles.
Desde un punto de vista anatómico, el clítoris femenino es la principal fuente de orgasmos en la mujer, al ser el órgano con mayor concentración de terminaciones nerviosas. En los hombres, esta zona sería el pene. Es necesario un alto nivel de excitación para que el orgasmo se desencadene, y esa es una de las dificultades más habituales cuando no hay orgasmos: la estimulación recibida no es suficiente para alcanzar ese nivel de excitación.
¿Podemos decir que todas las mujeres llegan al orgasmo al estimularles adecuadamente el clítoris? Definitivamente no. Porque además de esa estimulación, para experimentar un orgasmo mujeres y hombres necesitamos que nuestro cerebro, verdadero desencadenante del placer, interprete esas contracciones musculares como placenteras y, como para disfrutar es necesario que nuestro cuerpo no esté en alerta, es imprescindible relajarse y dejarse llevar y, aunque parece tarea fácil, no siempre sabemos hacerlo. Imaginemos dos amantes que se estimulan mutuamente los genitales: una de ellas está relajada, en confianza, centrada en su propio disfrute y en el de su pareja; mientras que la otra persona está intentando disfrutar mientras piensa en que no logrará llegar al orgasmo porque no está suficientemente excitada, en que su pareja lo notará y se sentirá mal por no saber excitarla, en si debería o no fingir mayor excitación o decir a su amante que pare, etc. Es evidente que la primera persona tiene muchas más posibilidades de llegar al orgasmo que la segunda, que posiblemente no sólo no lo alcance, sino que su excitación y su disfrute irán cayendo poco a poco. ¿Qué emociones o pensamientos juegan en contra del orgasmo y del placer? La vergüenza, la culpa, el miedo, la desconfianza, las preocupaciones y todos esos pensamientos que nos lleven al control, la rigidez y el estrés.
Entonces, ¿si no llegamos al orgasmo no sentiremos placer? En absoluto. El placer y el orgasmo son dos experiencias que, aunque pueden estar ligadas, no son causales. Pongamos por ejemplo que llevamos todo el día de un lado para otro, nos encontramos francamente cansadas e incluso sentimos cierto malestar físico y psicológico. Esa noche nuestra pareja, mientras vemos la televisión, comienza a buscarnos para un encuentro erótico y, finalmente, despierta nuestro deseo. Es posible que tengamos un encuentro erótico muy muy placentero (por ejemplo, con un masaje erótico de los que nos dejan exhaustas) y, sin embargo, no lleguemos al orgasmo a causa de ese cansancio. También es posible que lleguemos al orgasmo y, sin embargo, éste sea de tan baja intensidad que nuestra sensación de placer o satisfacción sea muy pequeña.
Si escuchaste el programa de radio del mes pasado, una lectora nos comentaba que había experimentado algo parecido al orgasmo al acariciarle otra persona el antebrazo. ¿Es eso posible? Nuestro cuerpo está diseñado para el placer y contamos con el órgano más grande para hacernos disfrutar: la piel. Algunas personas son capaces de experimentar un gran placer e incluso orgasmos a través de caricias en sus brazos, los pezones o el cuello… Es evidente el papel del cerebro al interpretar estas señales. También algunas personas llegan al clímax a través de una visión percibida como excitante o escuchando determinados estímulos eróticos. Aunque no es lo más habitual, puede darse.
En resumen, ¿qué papel juega el orgasmo en nuestra vida sexual? A pesar del mensaje tradicional que coloca el orgasmo como único medio para el placer y medidor de satisfacción en las relaciones eróticas, el orgasmo no es ni más ni menos que un ingrediente más que podemos utilizar para disfrutar en nuestras relaciones eróticas. Es evidente que prescindir del orgasmo cuando tenemos un alto grado de excitación hace que la satisfacción del encuentro se reduzca, pero es igual de cierto que si reducimos el placer de nuestros encuentros eróticos a la búsqueda de esos segundos también estaremos reduciendo nuestras posibilidades de disfrutar. Porque puede ser igual de placentero un cruce de miradas, una serie de mordiscos estimulantes por la espalda o unas caricias al finalizar el encuentro, que un orgasmo.
¿Y qué necesitamos para alcanzar el orgasmo siempre que queramos? ¡Práctica! Y esto incluye como opción practicar en solitario: para lograr el máximo disfrute es necesario que conozcamos nuestro cuerpo, sus respuestas, lo que nos gusta mucho, menos y lo que no nos va en absoluto. ¡No hay recetas! Cada persona percibirá unos estímulos como excitantes que otra persona no etiqueta como tales; disfrutará con formas de estimulación distintas y necesitará un ambiente concreto. ¿Lo más importante? Deseo, ganas de experimentar, complicidad con nuestro o nuestra amante y entrenarnos en la capacidad de olvidarnos de los “deberías” para dejar toda nuestra mente disponible al placer y las sensaciones. Cada orgasmo también es distinto en intensidad y desencadenante; así que, si te apetece, ya sabes ¡a investigar!
El límite lo pones tú. Disfruta y busca el placer. Es tu derecho, aunque de esto hablaremos otro día. ¿Cuento contigo?
Que bonito articulo, gracias!!
Como lo sabes chiquilla!! Me encanto este articulo…..:-D
Excelente articulo =)
Cuenta conmigo. ….muy buen artículo. Un saludo
Me agrada es, creo, perfecto y muy adecuado para las personas que como yo sufren de la ignorancia por nuestra generación y esto sin duda es una problema arrastrado desde hace muchos años y que además unido al problema similar de la pareja que uno tiene es difícil de recuperar lo perdido y no ganar nada con lo que se pueda aprender o intentarlo al menos
Es una pena que no haya una prostitución que además de sexo vendan amor para ejercitar como profesorado de este precioso curso ya perdido.-