Celos. ¿Cuándo son “normales” y cuándo parecemos guionistas de Netflix?

Los celos son como el wasabi. Si le pones una cantidad ínfima a tu salsa de soja, el sushi sabe incuso mejor. Un ligero toque picante. Pero como te pases terminas llorando y sintiendo cómo se te desintegran las papilas gustativas.

En las relaciones de pareja, sentir celos de vez en cuando es completamente normal. Es un reflejo de querer cuidar ese vínculo que tanto valoramos. Pero (¡gran pero!) hay una línea muy fina entre los celos “normales” y los que se vuelven tóxicos, asfixiantes y hasta peligrosos. Y en este artículo vamos a ayudarte a identificar cuando te estás volviendo insoportable o cuándo tu chica lo está siendo contigo.

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Sentir un cosquilleo incómodo cuando tu chica se ríe mucho con esa nueva y terriblemente atractiva compañera de trabajo, o verla muy interesada en quedar con esa ex que tanto le gustaba y llevaba meses sin ver es algo que todas hemos sentido. Y no es que estés loca. Los celos hablan, traen un mensaje. Nos hace reflexionar sobre si hay algo que atender en esa relación, si somos nosotras las que nos sentimos inseguras o si hay necesidades emocionales no cubiertas. También pueden indicar que tenemos una imaginación de película y abrirnos un interesante camino laboral como guionistas.

Celos podemos sentir, claro. Lo importante es cómo los gestionamos: ¿te comunicas con tu pareja desde la curiosidad y la vulnerabilidad? ¿O desde la acusación, la sospecha y el reproche?

Aquí viene el salseo psicológico, pero en serio: cuando los celos se vuelven una constante, una forma de control o un freno para la libertad, ya no estamos hablando de amor, sino de inseguridad tóxica, dependencia emocional o incluso abuso.

Atenta si tú (o tu pareja):

  • Revisas o te revisan el móvil “por si acaso”.
  • Evitas salir o hacer planes con otras personas para no provocar una discusión.
  • Hay exigencias de saber todo lo que haces, con quién y a qué hora. Y no vale la excusa de que tienes curiosidad por cómo ha ido el día de tu chica.
  • Hay castigos silenciosos, chantaje emocional o culpas cada vez que hablas con alguien más.
  • Se cuestiona tu ropa, tus amistades, tus redes sociales o tu independencia.

Esto no es romanticismo. Es una alarma roja con luces y sirenas.

Detrás de los celos, muchas veces hay heridas más profundas: miedo al abandono, baja autoestima, inseguridad personal o traumas de relaciones anteriores. Incluso pueden venir de creencias culturales como “si me cela es porque me quiere” (spoiler: no).

Pero no. Todas soñamos con una novia cariñosa, atractiva, especial, que nos quiera y nos apoye. No con una carcelera que explota a la mínima. (Y esto aunque después de ver Orange is the new black muchas lesbianas soñamos con carceleras y presidiarias).

¿Qué hago si me pongo celosa (o si mi pareja lo está)?

Primero, respira. Después, háblalo. Coméntalo con tus amigas. Muchas veces son ellas las que nos ayudan a ver que nos estamos inventando películas o que una novia nos está controlando. Después sigue hablando. Esta vez con tu pareja.

  • Explora qué es lo que realmente sientes: ¿miedo a perderla? ¿sentirte menos que alguien más?
  • No tomes decisiones en caliente. En vez de explotar, comparte desde el “me siento…” y no desde el “tú siempre…”.
  • Refuerza la confianza y los acuerdos mutuos.
  • Y si ves que se repite mucho o te sientes atrapada, habla con una profesional. La terapia no es solo para cuando se rompe algo, también es para fortalecer lo que tienes.

Un poco de celos, gestionados con madurez, pueden servir para revisar cómo estamos como pareja. Pero cuando se convierten en control, miedo o manipulación… toca poner límites, revisar heridas y, si es necesario, soltar.

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