Crónica de un lesbiandrama: Chicas que rompen los esquemas

Es estúpido, pero seguro que no soy la única a la que le pasa. Nunca me he lanzado desde el borde de un abismo. ¿Sería absurdo, no? Pero insisto, no creo ser la única que, en lo que respecta a la vida emocional, se lanza al vacío, sabiendo que abajo lo más seguro que encuentre es una buena hostia. Que quizás no te mueres, pero te quedas un buen tiempo sin poder mover ni los brazos ni abrir los ojos. Abismos más grandes y otros más pequeños. Da igual. Aunque a veces sepamos que una historia nos traerá consecuencias indeseables, aunque sepamos que podemos perder una novia, una amiga, perder el tiempo o la paz mental, nos lanzamos. Yo me lanzo. Hacemos que otras se lancen, representando el abismo para éstas.

Mi amiga y ex ligue Laura tiene una gran capacidad para arrastrar a las chicas a la perdición. Es guapa, encantadora y maneja de una forma brillante la inquietante sensación de parecer alcanzable e inalcanzable a la vez. Juega con tu mente y con tu piel; piensas que puedes llevarla a la cama, pero sabes que es posible que no puedas mantenerla en ella.

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Te hace pensar que puedes conquistar su tiempo pero no su disposición. Todas las que la conocemos sabemos cómo es. Conocemos sus tácticas de seducción, sabemos cuándo juega y cuándo no. Pero casi todas las que la conocemos hemos mordido alguna vez el anzuelo. Hemos dado el “sí, acepto” para someternos voluntariamente a un juego que creemos poder manejar, pero que termina escapándose de las manos. ¿Por qué hemos caído alguna vez con chicas como Laura? ¿Por qué en la actualidad otras siguen cayendo?

Es todo un talento el que poseen ciertas chicas para romperte los esquemas y para hacerte renunciar a la tranquilidad de una vida sin grandes sobresaltos. Es todo un talento el que tiene Ana para acariciar la mano de mi amiga Ángela y provocar su suspiro y reforzar su completa entrega amorosa a pesar de llevar poco más de un mes de relación. Es todo un talento el que tiene Ana para acariciar la mano su novia Ángela mientras me advierte con la mirada cómo nota la desazón que me provoca verla y no tenerla.

Yo desvío la mirada, así como trato de hacerlo cuando cuenta alguna historia graciosa, cuando se ríe o cuando me mira. Desvío la mirada o creo que lo hago, porque mi cuerpo me traiciona y mis ojos no me obedecen. Es ahí cuando pareciera que me acerco al abismo y miro hacia abajo. Parece doloroso. No me decido.

Entonces llega Ángela y me cuenta lo feliz que está, lo mucho que le gusta Ana, lo bien que se lo pasa con ella, lo especial y maravillosa que es. Y retrocedo, porque soy incapaz de confesar que la entiendo, que la envidio, que lo siento. Que no lo puedo evitar.

Retrocedo. Pero entonces una tarde en el chat del Facebook me encuentro con Ana y una simple conversación trivial parece estar contaminada de pequeñas y múltiples excusas para concederle más tiempo y espacio en mi cabeza. Las conversaciones por chat se alargan hasta las dos o tres de la mañana y las veces en las que coincidimos en bares y casas de amigas, pareciera que me toca y me sonríe a propósito; pareciera que le gusto, que me busca.

Y soy infelizmente feliz. Porque paso de la alegría al hastío en cosa de segundos. Porque no sé si me lo imagino o realmente sus conversaciones y movimientos se pueden malinterpretar. Y cuando se acaba la noche y comienza la mañana me doy cuenta de que otra vez me he pasado la fiesta pendiente de ella. Me doy cuenta de que quizás me equivoco, porque no sólo me sonríe a mí. Ana es adorable. Ana es maja con todo el mundo. Y entonces Ana se va, se va de la mano de Ángela. Y yo quiero retroceder, escapar. Pero es demasiado tarde. Siento cómo voy cayendo, cayendo con los brazos abiertos. Mejor cierro los ojos. Ni siquiera quiero ver el golpe que me voy a dar.

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6 comentarios en “Crónica de un lesbiandrama: Chicas que rompen los esquemas”

  1. Creo que conozco a una ana que resultó hetero , son muy peligrosas y te dañan el corazón y la mente. Te entiendo y sinceramente es mejor alejarse y huir , las personas a veces no se dan cuenta el daño que hacen. Saludos desde Bogotá

  2. Desde luego, conozco muy bien a este tipo de persona. ¡Estoy harta de ellas! Normalmente suelen decirse heteros por miedo o indecisión, y a mí sólo me calientan la cabeza porque adoran sentirse deseadas y queridas. Odio darme cuenta de que les he dedicado demasiado tiempo y energía, pero entonces ya es tarde, y me arrepiento de haberlas conocido.
    Creo que básicamente tienen un problema de inseguridad y falta de autoestima y les encanta marear la perdiz. Tened cuidado, andan por todas partes y les encanta tontear. Yo desgraciadamente parece que tengo un imán, pero trato de desintoxicarme de ellas.

    1. La perra strikes back

      Tan fácil como no hacer nada hasta – mostrar un mínimo de interés, pero sin invertir tanta energía – que se ganen tu confianza. Créeme: una “indecisa” jamás se toma el tiempo para conocer a la otra parte, porque lo que le interesa es el polvo fácil, o aprovecharse de ti hasta que te exprimen y te quedas muy vacía. A mí me funciona: me doy un “plazo”, y si la pava a la nada desiste, entonces es que no valía la pena. Y que luego no te suelten: “hay que vivir que la vida es muy corta”, “que la vida son dos días” y bla bla bla. En esta vida, lo que vale la pena, se hace esperar, y quien te respeta o le interesas, no te mete prisa y le echa paciencia. A veces, mostrándote receptiva pero a tu distancia es suficiente para comprobar de qué palo va.

  3. La perra strikes back

    Creo que las peores son las que saben que son lesbianas bisexuales pero por miedo al qué dirán prefieren juguetear “fuera de su zona de confort” pero sin dejar de mantener una relación convencional con el sexo opuesto. Te enganchan durante un tiempo hasta que se aburren de ti y luego se buscan a otra “víctima”. Las heterosexuales “confundidas” suelen ser peligrosas, juegan con tus sentimientos o emociones hasta límites insospechados, y conscientemente, que es aún peor. Tienen talento para la hipocresía. Ya me he topado con varias, aunque a la segunda que intentó algo, le di la patada. La experiencia nos enseña a saber en quién confiar y en quién no. Es lamentable que pocas vayan de cara y sean claras, tipo “mira, que gustan los tíos y quiero probar no tengo claro lo que soy no sé si me gustan las mujeres etc”: creo que así tendríamos menos disgustos. Pero la coherencia no es patrimonio de la humanidad, por lo que veo.

  4. Mi blog es la crónica de más de un año pendiente de una persona así. De esas que hacen todo lo posible para que no te vayas, pero en realidad no quieren que estés ahí y ese espacio siempre lo tienen para otro.

  5. Joder, leyendo estos comentarios veo que no he vivido nada nuevo bajo el sol. Casi lo he superado pero como bien dices me he vaciado por dentro. Eso sí, no puedo autocompadecerme bien que intuía la hostia que me iba a pegar. Y qué bien lo has descrito, lo infelizmente feliz que era.
    Puta mierda.

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