Netflix estrena un documental sobre la misteriosa desaparición de una chica lesbiana en un crucero

Han pasado más de 27 años desde que Amy Lynn Bradley desapareció sin dejar rastro durante unas vacaciones en familia a bordo de un crucero del Caribe. Era joven, atlética, llena de vida… y lesbiana. Lo que parecía ser un viaje inolvidable se transformó en una pesadilla sin final. Ahora, Netflix revive su historia con la serie documental La desaparición de Amy Bradley”, y nos recuerda que la verdad sigue oculta bajo un manto de misterio, negligencia e invisibilidad.

Era marzo de 1998. Amy viajaba en el Rhapsody of the Seas con sus padres y su hermano, un premio que la familia había ganado en un concurso. La noche del 24 de marzo, Amy fue vista disfrutando de la música y la pista de baile con otros pasajeros y parte de la tripulación. A la mañana siguiente, su padre la vio durmiendo en una tumbona en el balcón de su camarote. Fue la última vez que alguien la vio.

Cuando el barco atracó en Curazao y ella no apareció, comenzó la búsqueda. Pero era tarde. La familia denunció su desaparición de inmediato, pero el personal del barco tardó horas en alertar a las autoridades locales. La investigación fue caótica, llena de cabos sueltos, teorías dudosas y pistas mal seguidas. El FBI se implicó, pero sin resultados. Ni un solo rastro.

Una de las frases más inquietantes la lanza el jefe de la policía del puerto, Adtzere “John” Mentar, en el documental:

“Si se hubiera caído del barco, habríamos encontrado el cuerpo. Habría llegado a la orilla.”

La serie de Netflix, de tres episodios, reconstruye el caso a través de entrevistas con la familia, amigas, agentes y expertos. Aunque Amy no había salido del armario oficialmente, su entorno más cercano sabía que era lesbiana. Y este detalle, aunque apenas mencionado, es clave: ¿hasta qué punto la invisibilización de su orientación influyó en la investigación? ¿Se tomaron en serio su desaparición? ¿Se priorizó la reputación del crucero por encima de la vida de una joven?

En el documental salen a la luz nuevos aspectos. Una de sus exnovias, Mollie McClure, recibió un mensaje en una botella de Amy antes de embarcar en el crucero. La pareja se había distanciado poco antes, después de que Amy besara a otra chica, y Mollieinsistía en que necesitaba un tiempo de separación.

McClure relató el desgarrador mensaje del último episodio del documental: “Siento como si hubiera un océano entre nosotros. Como si estuviera en una isla desierta esperando a que me rescates.

En un entorno donde se presume diversión, relajación y seguridad, la desaparición de Amy es un recordatorio escalofriante de lo vulnerables que podemos ser, especialmente si somos mujeres y parte del colectivo LGTBIQ+.

El caso, aún sin resolver, ha generado numerosas teorías: ¿fue víctima de trata de personas?, ¿salió voluntariamente del barco y fue secuestrada?, ¿alguien de la tripulación está implicado? Las respuestas siguen en el aire, pero el documental reabre el debate con fuerza.

Desde MíraLES no podemos dejar de pensar en Amy, en su sonrisa, en su libertad interrumpida. Y en todas las mujeres que, por ser quienes son, han sido invisibles en procesos que debieron protegerlas.

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