La activista marroquí por la diversidad sexual y los derechos LGTB, Ibtissam “Betty” Lachgar, de 50 años, se encuentra bajo custodia policial desde el pasado domingo. Su detención, ordenada por la Fiscalía, se produjo tras la difusión en redes sociales de una fotografía en la que aparece vistiendo una camiseta con la frase “Alá” (en árabe) “es lesbiana” (en inglés). El gesto le podría costar una larga condena de cárcel en aplicación del artículo 262 del Código Penal marroquí, que sanciona las ofensas a los símbolos religiosos. Y no entendemos por qué… Muy diferente sería este mundo si todos los “Dioses” fueran Diosas lesbianas.
Ibtissam Lachgar es fundadora del Movimiento Alternativo para las Libertades Individuales (MALI), que defiende los derechos LGTBI, la laicidad y la libertad sexual en Marruecos. Conocida por su activismo provocador, ha protagonizado acciones que han desafiado de forma directa a las autoridades y a la moral dominante.
En 2013 organizó un beso colectivo en público para denunciar la represión de la libertad afectivo-sexual, y en 2015 Marruecos expulsó a dos activistas francesas de Femen que se besaron con el torso desnudo frente a un mausoleo real, una protesta que ella respaldó.
Según el comunicado de la Fiscalía citado por la agencia Efe, se ha abierto una investigación por “publicación de una imagen que contiene un insulto a la religión islámica” y se ha ordenado su arresto inmediato.
El Código Penal marroquí contempla penas de 6 a 18 meses de prisión y multas de hasta 20.000 euros por este tipo de infracciones, pudiendo elevarse a cinco años de cárcel si el supuesto delito se difunde a través de medios de comunicación, incluidas las plataformas digitales.
Aunque las críticas al islam no figuran explícitamente como delito en la ley marroquí, la ofensa a los símbolos religiosos se tipifica como difamación. En un país donde el islam es religión oficial, la interpretación de este artículo deja escaso margen para la libertad de expresión cuando el mensaje cuestiona el dogma religioso.
Este caso refleja una fractura social: Marruecos sigue castigando con prisión las relaciones sexuales fuera del matrimonio y la homosexualidad (artículo 489), pero en los últimos años ha dado tímidos pasos de apertura, como permitir que parejas no casadas compartan habitación de hotel. Sin embargo, la diversidad sexual sigue siendo duramente perseguida fuera de ciertos círculos urbanos y liberales.
El mensaje de Lachgar ha provocado una fuerte reacción de los sectores más conservadores y religiosos, que la acusan de insultar valores sagrados y de incitar al odio. La activista, lejos de retractarse, ha respondido en redes sociales con contundencia:
“En Marruecos, yo me paseo con camisetas que contienen mensajes contra la religión y el islam (…) Ustedes me aburren con sus mojigaterías y sus acusaciones. El islam, como toda ideología religiosa, es FASCISTA, FALÓCRATA Y MISÓGINA”.
Un contexto de riesgo para las personas LGTBI
Marruecos mantiene leyes que criminalizan la homosexualidad y castigan la defensa abierta de los derechos LGTBI. Según organizaciones internacionales, las personas del colectivo en el país sufren hostigamiento policial, violencia social y amenazas constantes, especialmente cuando su activismo se hace público.
El caso de Lachgar se suma a una larga lista de episodios que muestran que, a pesar de cierta imagen de modernidad en las grandes ciudades, la libertad sexual y de expresión sigue siendo frágil y peligrosa en Marruecos. Su detención envía un mensaje claro: cuestionar el orden moral-religioso puede costar la libertad… y, en casos como este, incluso la vida, ante las amenazas recibidas.