Cherry Vann: lesbiana, obispa y ahora la primera mujer arzobispo del Reino Unido

La historia de la iglesia cristiana no ha sido, precisamente, un refugio amable para las personas LGTBI. A lo largo de los siglos, hemos sido expulsadas, condenadas, silenciadas, castigadas… Pero hoy podemos escribir un capítulo muy diferente, y lo hacemos con una sonrisa orgullosa: la reverenda Cherry Vann ha sido elegida como la primera mujer arzobispo en el Reino Unido. Y sí, es lesbiana y vive con su pareja desde hace décadas.

La Iglesia Episcopal de Gales (parte de la Comunión Anglicana) ha dado un paso que para muchas parecía imposible: nombrar a una mujer abiertamente lesbiana como arzobispo de Gales. No es un detalle simbólico, ni una anécdota. Es un giro histórico en una institución donde, hasta hace no mucho, las mujeres ni siquiera podían ser sacerdotisas. Y donde aún hoy, en otras ramas del anglicanismo y el cristianismo en general, las personas LGTBI+ son apartadas de sus cargos o llamadas al “arrepentimiento”.

Cherry Vann tiene 65 años y no ha tenido un camino fácil. Durante muchos años, como muchas otras mujeres de fe y de comunidad, vivió con discreción, sin ocultarse pero también sin ser plenamente visible. Su fe, su formación teológica y su vocación la llevaron a ser ordenada en 1994, poco después de que la Iglesia de Inglaterra permitiera por primera vez a mujeres ser sacerdotes.

Con el tiempo, fue rompiendo techos de cristal: fue la primera mujer archidiácono de Manchester y, en 2020, fue elegida como obispo de Monmouth en Gales. Lo más potente: desde ese puesto, vivió su ministerio de forma abierta, sin esconder que vive con su pareja desde hace más de 30 años.

Ahora, su elección como arzobispo primado de la Iglesia en Gales no solo la convierte en una figura clave en el mundo cristiano, sino también en un referente de inclusión para todas las lesbianas creyentes que han sentido alguna vez que no tenían lugar en su fe.

La voz de Cherry Vann es poderosa. En muchas de sus declaraciones ha hablado de la importancia de “ensanchar la tienda” y abrir las puertas de la iglesia a todas las personas. No solo a las mujeres, sino también a quienes han sido históricamente rechazadas: personas trans, parejas del mismo sexo, jóvenes queer que buscan espiritualidad sin sentirse juzgadas.

Su elección es, para muchas, una revolución tranquila pero firme. Y una señal de que, incluso en los lugares más tradicionales, las cosas están cambiando.

Aunque todavía hay mucho camino por recorrer —y muchas iglesias donde el odio sigue disfrazado de doctrina—, este paso de la Iglesia de Gales es un ejemplo de lo que sí se puede construir: espacios de fe inclusivos, liderados por mujeres, donde el amor y la justicia estén por encima de la norma y la exclusión.

Que una lesbiana ocupe el cargo más alto de una iglesia no debería ser noticia, pero lo es. Porque rompe esquemas. Porque inspira. Porque, como Cherry Vann, muchas de nosotras también soñamos con un mundo en el que la identidad no sea un obstáculo, sino una fuerza.

Gracias, Cherry, por ser valiente. Por ser lesbiana, visible y espiritual.

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