En febrero dejé a Dani, el novio perfecto. Mi familia ojiplática no podía creerlo. ¿Por qué?, me decían todos. Guapo, buen tío, amable, generoso, educado, culto, se llevaba genial con mis padres, con mis hermanos, adoraba a mis sobrinos, y me quería de verdad.
Y justamente porque yo también le quería de verdad, le dejé. Sentía que era mi mejor amigo más que mi pareja, y aunque disfrutaba mucho de su compañía y de nuestra intimidad, algo me faltaba y necesitaba descubrirlo.
Tres meses estuve llorando mi decisión y esquivando las preguntas de mi familia. ¿Me había equivocado? Algo me decía que no, pero que pasar el duelo era inevitable.
A finales de mayo me bajé una app de ligoteo y en el filtro puse: hombres y mujeres. Un año atrás, viendo una serie, una pareja de mujeres besándose me despertó algo en la tripa y en la cabeza. ¿Por qué no? Vamos a probar, me dije.
En junio quedé con un chico y dos chicas. Él me aburrió, la primera chica me bautizó como “heterocuriosa” y me dijo que no le iban estos “juegos”. La segunda chica me dijo que ella también era heterocuriosa y me preguntó si quería probar con ella y con su novio. Desastre total.
A comienzos de julio me aventuré a ir a un evento de esta revista que hoy me deja contar mi historia, MíraLES, junto con dos amigas hetero del trabajo. ¡Estaba tan nerviosa! Probé el contacto visual, el sonreír, el saludar, pero nada fue tan efectivo, curiosamente, como lanzarle la mitad de mi cerveza a otra chica en sus pies.
Creo que tartamudee un “perdón” cuando vi su cara tan perfecta, sonriente y luminosa. Comenzamos a hablar y tuvimos tanta química que me dio miedo decirle que nunca había estado con una mujer, ya había notado que eso espantaba a muchas lesbianas.
Nos dimos los teléfonos y comenzamos a vernos. De nada me sirvió preguntarle a ChatGPT como tienen sexo las lesbianas porque cuando nos liamos en nuestra segunda cita me quedé totalmente bloqueada, entre el deseo y el temor a hacerlo mal.
Le conté que realmente no tenía ningún tipo de experiencia con mujeres, pero que esto no era un juego para mi, que nada me apetecía más que liarme con ella y conocerla mejor, pero que no sabía como empezar.
Ella se lo tomó con humor, lo que hizo que me relajara y empezara a tener más seguridad en mi. Nuestra primera vez fue un antes y un después en mi vida. No solo por lo evidente, sino que además por la conexión brutal que hay entre dos mujeres en la intimidad.
Lo que empezó como abrir el filtro en una app de citas me llevó a descubrir algo en mi que estaba muy bloqueado. Emergió un yo real, una versión de mi misma más feliz y completa.
Mi chica y yo llevamos casi tres meses juntas, y me siento feliz no solo por encontrar el amor, también por encontrarme a mi.
Si pudiera decir algo a las “heterocuriosas” sería: no tengas miedo, arriésgate a vivir. Y a las lesbianas: chicas, tenernos un poco de paciencia, a veces solo tardamos un poco más.
Por E. G.

