20 años del matrimonio igualitario en España. La historia de amor de Silvia y Violeta

En 2005, España se convirtió en el tercer país del mundo en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Fue un paso histórico que transformó vidas. No solo nos dio el derecho de casarnos, sino también el de construir familias con dignidad, visibilidad y protección. Y aunque muchas cosas han cambiado en estos 20 años, la historia de amor de Silvia y Violeta nos recuerda que aún queda camino por recorrer… pero también cuánto hemos avanzado.

Violeta Cubero es ingeniera, tiene 38 y vive en un pueblo de Valladolid. Hasta los 30 años solo había estado con chicos.

Todo cambió cuando conoció a Silvia Sánchez de 42 años, monitora deportiva, y su profesora de clases de step. Silvia tenía una historia parecida: también había crecido rodeada de un ambiente muy hetero y su primera relación con una mujer también llegó con los 30… y, a partir de ahí, ya no hubo vuelta atrás. Cuando se conocieron, fue como si la vida se colocara de golpe. Se gustaron, se dieron una oportunidad y ya no se soltaron.

Se enamoraron rápido y fuerte. A los siete meses ya vivían juntas, y poco después, en un viaje a París, Silvia sorprendió a Violeta con una pedida de mano en plena Torre Eiffel. Se casaron rodeadas de sus familias —al principio con ritmos distintos de aceptación— pero con el tiempo, todas las piezas encajaron en una preciosa boda donde sus mundos se unieron.

Con ese amor claro y decidido, llegó el deseo de ser madres. Eligieron el método ROPA: Silvia aportó los óvulos y Violeta gestó a Ada, su primera hija. Eligieron Love Fertility, una clínica de reproducción asistida lesfriendly en Madrid que les dio el trato cálido, inclusivo y profesional que no encontraron en su ciudad. Ahora, es Silvia quien está embarazada de su segundo bebé, un niño al que aún están buscando nombre, pero que ya forma parte de esta historia de amor y resiliencia.

El caso que cambió la ley (y nuestras vidas)

Cuando nació Ada, la alegría se tiñó de indignación. En el hospital se negaron a inscribir a la niña con sus dos madres. Les dijeron que no eran una familia “normal”, que no bastaba con su matrimonio, que necesitaban “papeles”. Lo que debía ser una formalidad se convirtió en una lucha.

Pero lo que no sabían quienes les negaron ese derecho, es que Silvia y Violeta no estaban solas. Su historia se hizo viral, los medios se hicieron eco, y el eco se convirtió en presión. Gracias a su valentía, a su denuncia, y a muchas otras familias que alzaron la voz, se produjeron los cambios legales que hoy permiten que las parejas de mujeres puedan registrar a sus hijos e hijas sin más pruebas que su amor y su compromiso.

Dos décadas después de la aprobación del matrimonio igualitario, historias como la de Silvia y Violeta nos recuerdan por qué luchamos, qué hemos ganado y por qué seguimos aquí. Porque gracias a ellas y a tantas otras, hoy somos más visibles, más fuertes, más madres. Porque gracias a su amor, Ada y su hermano crecerán sabiendo que tienen dos mamás que se aman y que cambiaron el mundo.

Primera historia de amor.
Segunda historia de amor.

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