China prohíbe la literatura erótica lésbica y persigue a las escritoras

Nunca imaginó que un teclado podía convertirse en un arma. Ni que sus historias de deseo, ternura y libertad acabarían con ella en una sala de interrogatorios, temblando de miedo. Así lo relataba, antes de borrar su cuenta, una joven escritora china conocida como Pingping Anan Yongfu, una de las muchas autoras arrestadas por publicar literatura danmei: ficción homoerótica escrita mayoritariamente por mujeres y leída por millones en Asia.

Lo que está ocurriendo en China es tan dramático como revelador. Al menos 30 jóvenes escritoras, la mayoría veinteañeras, han sido detenidas en los últimos meses por publicar o monetizar sus novelas de amor y erotismo entre personas del mismo sexo. Y aunque se trate de ficción gay y lésbica, la mayoría de autoras son mujeres que han hecho del “danmei” un refugio emocional, creativo y hasta político frente a los mandatos heterosexuales de su sociedad.

Aunque la pornografía en general está perseguida en China, la erótica heterosexual goza de un margen de tolerancia mucho mayor. Pero el danmei —que a menudo subvierte los roles de género, da voz al deseo femenino y plantea amores queer imposibles de encasillar— es percibido como una amenaza al orden patriarcal.

Las autoridades no solo han arrestado a escritoras, también han interrogado a lectoras y eliminado publicaciones, cuentas y hasta hashtags que reunieron millones de visitas (#AutoresDeHaitangArrestados fue censurado tras alcanzar los 30 millones). La caza no tiene solo un propósito moral, sino político: recuperar el control sobre el relato de lo que es deseable, correcto y “natural”. Familias tradicionales y mujeres sumisas y encorsetadas.

Las autoras de danmei no escriben solo por entretenimiento. Muchas empezaron a los 14 o 15 años, algunas incluso antes. Para muchas mujeres jóvenes, estas historias suponen el único lugar donde explorar su deseo sin sentirse juzgadas ni forzadas a encajar en el modelo tradicional de esposa y madre. El danmei, como lo describe la socióloga Liang Ge, “les permite desvincularse de las realidades de género impuestas”.

Pero ahora, esas mismas historias las están llevando a juicio. Algunas enfrentan más de diez años de prisión por haber cobrado apenas unos yuanes. La ley considera criminal todo contenido que supere las 5.000 visualizaciones y tenga descripciones sexuales. Sin embargo, esas mismas escenas serían toleradas si los protagonistas fueran heterosexuales. La doble vara, como siempre.

Escribir no debería ser un delito

Mientras tanto, las autoras que han escapado de la persecución siguen escribiendo. Algunas han borrado sus cuentas, otras han publicado despedidas entre lágrimas. Muchas se culpan, se sienten avergonzadas ante sus familias. Otras, simplemente, resisten.

Como dijo una de ellas:
“Espero que la ley vea más allá de las palabras escritas y vea a la chica que vendió su cabello para comprar un bolígrafo. A la chica que creyó que su mente podía forjar un camino a través del destino.”

En un momento donde tantas cosas se juegan en los márgenes, estas autoras han demostrado que la subversión más poderosa no siempre está en la calle: a veces está en una historia escrita a escondidas, a medianoche, cuando nadie te ve.

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