En España no existe ninguna ley que niegue el derecho a esta prestación a ninguna mujer por su estado civil, su orientación sexual o por tener hijos previos, siempre que existan posibilidades de éxito y no exista riesgo físico o psíquico de la mujer o su descendencia.
Sin embargo, en la práctica esto no deja de ser un mero criterio que tienen algunos hospitales, escudándose en que no hay suficientes recursos. Ante este hecho el Defensor del Pueblo Español, Enrique Múgica, añade que “el diagnóstico y el tratamiento de la infertilidad deben estar incluidos en el marco de las prestaciones sanitarias del Sistema Nacional de Salud, con cargo a la Seguridad Social”. Según una encuesta de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) hay un 10% de mujeres que ha logrado un embarazo con un tratamiento de fertilidad (aunque el IVI asegura que es un 20%) y un 7% de éstas tardó más de un año en conseguirlo. Parecen cifras no muy alentadoras, pero lo son aún menos cuando leemos que el 50% de estas mujeres opina que ha sido una experiencia dura, negativa y con un alto coste económico, físico, laboral y psicológico. Sólo el 53% de las mujeres con problemas de esterilidad decidieron someterse a alguno de los tratamientos, y tres de cada cuatro lo hicieron en clínicas privadas debido a que en España la demanda supera a la oferta de recursos públicos para abordar los temas de fertilidad. A esto hay que sumarle que el porcentaje de éxito es el doble en un centro privado que en uno público: un 58% frente al 32% respectivamente.
Todos estos datos son generalizados para todas las mujeres que han sido receptoras de tratamientos, ya que no existen encuestas ni datos sobre mujeres lesbianas.
Mi caso personal: una mujer madrileña, menor de 30, sin ninguna enfermedad previa y con un hijo de una relación anterior. Acudí al Hospital Severo Ochoa, a las afueras de Madrid, y no me pusieron mayor problema. Me prescribieron las pruebas pertinentes y con los resultados me mandaron a la interminable lista de espera. Tras “sólo” 10 meses me contactaron para iniciar un tratamiento de IAD. Mi cuestión es: ¿ese hospital en concreto no tiene problemas para realizar tratamientos a mujeres lesbianas? ¿Los hospitales madrileños no tienen esos problemas? ¿Le caí bien a la doctora que me trató? ¿Cómo se vive esto en el resto de hospitales de la geografía española?
En Andalucía, al igual que en Euskadi, se aprueban este tipo de tratamientos de fertilidad a pacientes de este mismo perfil. El grupo de expertos en reproducción asistida de la Seguridad Social recomendó que el criterio fuera que la paciente tuviese un problema de infertilidad. Y la Sanidad vasca interpreta que tanto las mujeres que están solas como las que tienen pareja del mismo sexo encajan en ese criterio, porque realmente no pueden tener hijos. Barcelona (en Vall d´Hebrón) y Valencia (en La Fe) tampoco ponen problemas a las pacientes cuya única “patología” es ser lesbianas; es más, según testimonios se trata a las mujeres con mucho tacto y naturalidad.
En Extremadura sólo pueden realizarse estos tratamientos en Badajoz, con lo que las mujeres que vivan en los alrededores o en Cáceres deben trasladarse allí con cada prueba o consulta necesaria. Además, las pacientes se quejan de que desde los centros sanitarios no conocen los procedimientos necesarios a la hora de iniciar estos trámites y de las infinitas listas de espera de entre año y medio y dos años para una población tan pequeña.
En contraposición a todo esto tenemos Castilla La Mancha y Madrid, que es donde más quejas hay al respecto. En Castilla, nos comenta la trabajadora de un hospital público: “Cuando fui a mi propio centro de trabajo a informarme sobre el tratamiento me lo pusieron de color de rosa al ir como madre soltera (todavía no estábamos casadas), pero al enterarse de que éramos una pareja de lesbianas todo cambió. Mi doctora me dijo: No puedo ayudarte entonces, si no tienes hijos no pasa nada. Me sentí impotente, es una lucha continua con muchas barreras y a veces dan ganas de tirar la toalla”. En Madrid hay una variedad de respuestas al respecto. En Muface (mutualidad de funcionarios civiles) no te cubren el tratamiento a no ser que tengas problemas de fertilidad. Hay mujeres que viven en Madrid que nos ha contactado que ni siquiera se atreven a ir a su médico de familia porque creen de antemano que les dirán que no, y que el coste emocional que la discriminación les supondrá empañará su sueño de ser madres, con lo que prefieren ir a un centro privado desde el principio.
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El hecho de que se considere que dos mujeres que son pareja no tienen problemas de fertilidad es, efectivamente, una discriminación. Pongamos por caso que una pareja heterosexual va a un centro sanitario público y es el varón el que tienes problemas de fertilidad; los pasos a seguir son hacerle las pruebas correspondientes y si efectivamente sufre de infertilidad se recurre a un donante anónimo. A ningún médico se le ocurriría la brillante idea de decirle a la mujer: “Señora, nosotros no tenemos la culpa de que su marido sea estéril, así que si no puede tener hijos no pasa nada y si no búsquese un hombre más macho”. Sin embargo, hemos visto que a las parejas de lesbianas sí les dicen que no tienen problemas de fertilidad, que lo único que les pasa es que son lesbianas, con lo que si quieren tener hijos tienen que buscarse un hombre.
¿Cuál es la razón para que esto no sea una práctica igualitaria en todo el Sistema Sanitario? ¿Por qué en unas comunidades sí y en otras no? ¿Por qué dentro de una misma comunidad en unos hospitales sí y en otros no? ¿Quién pone el rasero?
Todas estas cuestiones deben ser resueltas y para ello se pide la modificación de la Ley de Reproducción Asistida al Gobierno Central. Las asociaciones de familias trabajan para que esto cambie y solicitan a las comunidades una igualdad real.
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